viernes, 16 de octubre de 2015

FUTURO CON LA SEMANA DE CINE DE CUENCA


En algún sector consideran que esto es un paso atrás, una vuelta al pasado. Otros pensamos que es un paso adelante, una recuperación, un avance, ocupar un hueco espacioso que ahora está vacío. Se nos ha ocurrido, en el seno del Cine Club Chaplin, que sería bueno volver a celebrar en Cuenca una Semana de Cine, parecida a la que existió durante 18 años y que alguien, algunos, en uno de esos momentos de furia destructora que invade a los jerifaltes conquenses cuando dicen que hay crisis, decidieron suprimir, por ahorrar. Porque siempre se ahorra en cultura, nunca en otras cosas que conocemos bien y no quiero mencionar aquí porque no hace falta decirlo con todas las letras.

La Semana de Cine ocupaba esos días, una vez al año, con estrenos absolutos de películas españolas que venían arropadas por directores, actores, guionistas, productores y críticos, que se encargaba de hacer una introducción y participar en un coloquio. No estoy seguro de que ahora se pueda reproducir el mismo esquema, ni falta que hace. Los tiempos cambian, las modas también y, desde luego, las personas lo hacen. Lo que sí es cierto es que en Cuenca, esa ciudad maravillosamente cultural de la que todos los políticos hablan y pocos conocen, no hay ninguna cita especial en torno al cine, repartido, durante el año, en la adocenada programación que ofrecen las salas comerciales entre las que se abre hueco, los miércoles, las piezas sabrosas que ofrece el Cine Club. Probablemente la ciudad no está preparada ni tiene fuerzas suficientes para promover un auténtico festival y a lo mejor tampoco es ese el camino. Pero una Semana de cine español sí se puede hacer y, de conseguirlo, no será un paso atrás ni un monumento a la nostalgia, sino una apuesta de futuro o, al menos, una propuesta de presente. En eso estamos, por ahora con perspectivas de avanzar, sin considerar los obstáculos que surgirán, pero de eso hablaremos otro días. Por ahora podemos contemplar esa fotografía, de una de las Semanas antiguas. Ahí están unos jovencísimos José Sacristán, Fiorella Faltoyano y José Luis Garci, con Alberto Martínez Casillas, el presentador de esta comparencia. Imaginemos quienes podrían ser ahora los protagonistas de la cita, si es que la idea fructifica.

jueves, 15 de octubre de 2015

GRABADOS EN EL MUSEO DE CUENCA



Un grabado, muy expresivo, a pesar de los sombríos tonos oscuros, casi negros, que recrean con singular acierto el aspecto fantasmal con que quiere aportar un detalle más a su peculiar interpretación de Cuenca, anuncia y sirve de frontispicio al díptico informativo de la exposición que el Museo de Cuenca tiene abierta estos días en la nueva sala situada en la calle Princesa Zaida (que sería excelente si no fuera por la disposición de las molestas columnas que entorpecen el montaje). Grabados en el Museo de Cuenca se titula la muestra, que ofrece un total de 37 obras de esa técnica, más otras cuatro de carácter histórico, correspondientes a una visión de San Julián, obra de Joseph Jimeno y tres del clásico libro de Antonio Ponz.
Quienes ya tenemos alguna edad (y conservamos aún en condiciones aceptables la memoria, riqueza inapreciable) recordamos aún aquellos años ciertamente brillantes en que el Museo de Cuenca creó, promovió e impulsó un taller de grabado que empezó a funcionar en 1978 y se prolongó durante varios años, contando con las ayudas económicas de Fernando Zóbel, realmente enamorado de esta técnica y de la Diputación provincial y también del Ayuntamiento de Cuenca, que cedió los locales, en el edificio anexo al propio Museo (ahora, por cierto, en estado avanzado de ruina: cualquier día se viene abajo y no será sorpresa para nadie). Más de un centenar de artistas pasó por allí, a experimentar y trabajar, además de impartir talleres encaminados a difundir los matices y las posibilidades que para un creador de otras artes plásticas (pintores, sobre todo) ofrecía el trasladar su obra al grabado.
Aquellos trabajos están ahora almacenados en el Museo de Cuenca y de allí ha salido esta selección en la que se encuentran los yas citado Goñi o Zóbel, con otros nombres, consagrados o menos, como Antonio Santos, Adrián Moya, María Teresa Recuenco, Perico Simón, Pedro Mercedes, Emilio Morales, Estrella Plaza (a la que corresponde la ilustración de este comentario), Antonio Abad, Redondo Badía, Javier Floren, Francisco Ortega, Bonifacio Alfonso, Adrián Navarro, José María Lillo, Miguel Ángel Moset, Miguel Zapata, Julián Pacheco y ese etcétera que llega hasta 37.
Mejor que leer es ir a ver la colección. Interesante, sin duda. Nostálgica, también. Y meritorio, que salga a la luz.


EL ZARANDEADO PUENTE DE SAN ANTÓN



         Sobre el llamado inicialmente y durante siglos puente del Canto, Mateo López nos dejó una descripción tópica y repetida: "Sobre el río Xúcar está el antiquísimo y nombrado de San Antón, que ya existía cuando se ganó Cuenca a los moros, como consta de concesiones del rey don Alonso el VIII y otras memorias después de dicha conquista; se compone de dos grandes ojos de la misma cantería". Pues parece verdad indiscutible que el puente fue obra islámica que los cristianos asumieron, en contra de la habitual costumbre de destruirlo, que es lo que solía hacerse con tales obras públicas. De esa manera, el puente de San Antón debe ser la construcción más antigua de cuantas hay en Cuenca y por eso mismo, por su vejez, es también la más zarandeada, de manera que no sale de una cuando ya se está metiendo en otra.
         Ahora mismo, sin ir más lejos, le están haciendo no se qué para ensanchar las aceras y de paso elevarlas con la intención de facilitar las salidas del agua corriente. Si miramos hacia atrás, hay un largo rosario de intervenciones en este hermoso rincón conquense, siempre con el pretexto o la ilusión de mejorar el entorno y conservar la pasarela en las mejores condiciones posibles. Recuerdo que entre los planes utópicos que con harta frecuencia manejan por aquí los responsables de la cosa pública surgió no hace todavía mucho, esto es, en nuestro tiempo, la idea de trazar un desvío alternativo que sirviera, de un lado, para otorgar comodidad al tráfico y de otro proteger las estructuras del puente de San Antón y por eso se construyó uno nuevo, que da entrada a la ciudad por la avenida de la República Argentina y se trazó también una carretera de circunvalación exterior. Maravilloso, nos dijimos. Así se libera el puente de ese tráfico incesante. Sólo que a continuación, los mismos políticos bienpensantes empezaron a llenar el paraje de institutos, colegios, almacenes, bloques de viviendas, hipermercados, el hospital, el cementerio y todo lo que sabemos con lo que en ningún momento se ahorró tráfico alguno, más bien se incrementó y así está.

         Pobre puente de San Antón, centenario, soporte del paso de millones de personas y coches a lo largo de los siglos, siempre zarandeado. Ahora, otra vez, en obras. Que sea para bien.

sábado, 10 de octubre de 2015

DE APELLIDO, ARRIMADAS


El reciente esperpéntico espectáculo (que aún sigue) de las elecciones catalanas ha servido, entre otras cosas, para traer al primer plano de la actualidad y la fama a una joven situada en la cabecera de la lista de Ciudadanos, ese partido que parece ser la gran esperanza blanca de la derecha española. Inés Arrimadas, se llama. Al comienzo, asomó su linda cabecita con un gesto tímido, un ademán titubeante, palabras indecisas, discurso claro pero temeroso, como si no quisiera molestar. Vaya con la joven. Del comienzo al final de campaña ha habido tal evolución que hasta los más veteranos han quedado pasmados. Desde luego, a ella hay que atribuir un gran porcentaje del éxito obtenido por su partido.
La política no es una novedad en la vida de Inés Arrimadas. Su padre, Rufino Arrimadas, había estudiado derecho, como ella, y ejerció de policía en Barcelona. Más tarde, por esas cosas de la vida, llegaría a ser concejal por UCD en Jerez tras las primeras elecciones municipales democráticas de la historia, en 1979. El primo de este, Moisés Arrimadas Esteban, fue delegado provincial del Ministerio de la Vivienda en Cádiz allá por los años sesenta y ascendido posteriormente a gobernador civil de las provincias de Cuenca y de Albacete y Jefe del Movimiento (no del movimiento ciudadano, se entiende). Durante su mandato provincial conquense murió Franco y le tocó encabezar los duelos por el dictador. La democracia incipiente lo trasladó a la vecina Albacete y luego volvió a la administración. Sería interesantísimo saber cómo eran las charlas sobre política de la joven Arrimadas con sus familiares, así como las conversaciones que mantiene con su actual pareja, el diputado de CiU, Xavier Cima. Pero en este país, ya se sabe, hay ciertas cosas que siempre se despachan como propias de la esfera personal.
A lo que iba (y voy) es a recordar aquí, en este rincón que quiere ser un observatorio de las cosas que pasan en Cuenca, el apellido de Arrimadas, vigente durante un par de años y luego olvidado, que reaparece ahora en una ubicación geográfica muy diferente.

En la foto de Pinós vemos a Moisés Arrimadas el día en que tomó posesión de su cargo, flanqueado por Rodrigo Lozano, Andrés Moya y Manuel Ruiz-Jarabo.

TORPES, TORPES, TORPES


En un acto de inconcebible torpeza, el gobierno regional anunció dos cosas a comienzos de la semana que ahora termina: por un lado, la formación de una serie de comisiones de trabajo para elaborar lo que se denomina un Plan Estratégico de Cultura para el periodo inmediato, implicando en el mismo a distintos especialistas en los diversos sectores (teatro, música, danza, cine…). Aunque los escépticos pensamos que esos planes no sirven para mucho, sólo para teorizar sobre cuestiones obvias y entretener al personal con noticias periódicas en torno a su lenta elaboración, sí tienen la virtualidad de remover un poco el ánimo generalmente alicaído de quienes se dedican a estas cuestiones, al pensar que con esas conversaciones puede activarse un sector de actividad, la cultura, que ciertamente no pasa por sus mejores momentos entre nosotros.
Pero a continuación, con un margen de solo 24 horas, el mismo gobierno regional que lanzaba las campanas al vuelo con la anterior noticia, difundía otra que dejó ciertamente en situación de pasmo catatónico a todo el mundo: suspender, así dicho, radicalmente, suspender la programación de otoño en la red de teatros de Castilla-La Mancha, obligando a los teatros a devolver entradas vendidas y a las compañías contratadas a salir a las calles a pedir limosna para sobrevivir los próximos meses. El pretexto del gobierno actual (PSOE) es el mismo de siempre, el que utilizan todos para disimular su incompetencia: acusar al anterior (PP) de no haber presupuestado lo suficiente.  Como eso lo hacen todos no se de qué se sorprenden. Y menos aún se puede entender que este mismo gobierno, que durante los últimos meses ha estado recuperando (¡sin presupuesto suficiente!) lo que el otro había suprimido en escuelas, dependencia, sanidad, interinos, etc., no pueda encontrar los pocos euros necesarios para mantener abiertos los teatros y auditorios de los pueblos de la Comunidad Autónoma (el de Cuenca no está afectado porque se encuentra fuera de la red).
El escándalo ha sido superlativo, mayúsculo, con repercusión en la prensa nacional, en las redes sociales y en los colectivos implicados, tanto ayuntamientos como compañías artísticas y, por supuesto, el público. Con la consecuencia natural de que a las 24 horas, en vista de la movida generalizada, los señores de Fuensalida han dado macha atrás apresurada para decir lo que deberían haber tenido en cuenta al comienzo: vamos a buscar el dinero y ya lo encontraremos. Porque, a pesar de lo que se pueda creer, el dinero público siempre aparece, aunque esté escondido en los más turbios vericuetos del presupuesto.

Se podían haber ahorrado el jaleo y el sobresalto aplicando la más apreciada virtud del ejercicio político: la prudencia. Un bien escaso en un escenario por el que transita tanta torpeza.