martes, 21 de febrero de 2017

DISCURSO SOBRE LA CULTURA



No creo que ninguno de nuestros dirigentes políticos locales, ni siquiera los que, teóricamente, están relacionados con la Cultura, haya visto El ciudadano ilustre, película argentina dirigida por Gastón Duprat y Mariano Cohn en 2016, que acaba de ganar el Goya a la mejor película procedente del ámbito hispanohablante americano y que figura también en la línea de llegada a los próximos Óscar. En el Cine Club Chaplin (que desde hace 46 años viene supliendo, satisfactoriamente, diría yo, las notables carencias de la programación comercial) la pusimos el pasado miércoles y así varios centenares de conquenses la hemos podido ver.
Para quienes no la conozcan, resumiré brevemente el argumento: un escritor argentino recibe el premio Nóbel (inciso: ningún escritor de ese país lo ha obtenido nunca, lo que allí, por lo que dicen, consideran un agravio, que personalizan en el gran olvidado de la Academia sueca, Jorge Luis Borges). El escritor, Daniel Mantovani, vive en Europa y nunca había vuelto a su país, pero un día recibe una invitación de su pueblo natal, Salas, donde quieren otorgarle la distinción de ciudadano ilustre. Pese a su rechazo inicial, algo interior (¿nostalgia, melancolía, morriña, curiosidad?) le hace cambiar de idea y emprende el viaje. Inicialmente, el pueblo se vuelca con él, pero pronto empezará a encontrarse con situaciones incómodas: una antigua novia, ahora casada; el cementerio donde están sus padres; la joven lectora impertinente que, sin embargo, se meterá en su cama del hotel; antiguos amigos envejecidos; el burdo amaño de un concurso de pintura para el que le han elegido como jurado; un pavoroso desconocimiento de su trabajo como escritor y, finalmente, la molesta sensación de que está siendo utilizado como reclamo político. De manera que llega el momento del estallido, cuando en plena ceremonia protocolaria, tras el baboso y convencional discurso del alcalde, reacciona con un parlamento incendiario poniendo a caldo a todos y singularmente a los responsables de la gestión cultural de su pueblo.
Ahí es donde me hubiera gustado ver a los señores y señoras responsables de la cultura conquense, alcaldes, diputados, concejales e incluso funcionarios gestores, generalmente ausentes de cualquier evento (teatro, música, conferencias, exposiciones, ¡cine!) salvo que tengan garantizado un puesto en primera fila, un micrófono delante para hablar y varias cámaras de TV para recoger sus prescindibles palabras. Pero no, no había ninguno dispuesto a recibir la soflama de Daniel Mantovani (excelente Óscar Martínez, un veterano actor hasta ahora desconocido en España) desde la pantalla. Porque al parecer, lo que pasa en Salas, Argentina, se parece como un guante a otro a lo que pasa en Cuenca, España y probablemente en otras muchas Salas y Cuencas repartidas por el ancho mundo.
Deberían haberla visto, aunque no lo han hecho y, muy probablemente, no tienen interés alguno en hacerlo. A casi nadie le gusta oír una cuantas verdades y menos aún cuando están convencidos de lo maravillosos que son.


viernes, 3 de febrero de 2017

LA H NO SIRVE PARA NADA

  
          Durante dos o tres días, los medios informativos nacionales se han entretenido en comentar, en tono más o menos jocoso, el singular acontecimiento ocurrido en Burgos a cuenta de unas oposiciones para ocupar plazas de bomberos; en la primera prueba, de carácter eliminatorio, fueron apartados más de la mitad (el 60 por ciento, exactamente: 38 de 62) a causa del numeroso catálogo de faltas de ortografía aportadas a un cuestionario de carácter general.
            Para completar la sesuda exposición del tema, los medios aportan el necesario soporte en forma de encuestas de viva voz, porque no hay información que se precie de serlo si no aparecen tres o cuatro personas que aportan su sabiduría, opinando sobre lo que se le pregunta. En este planteamiento, siempre superficial, de cualquier asunto, los opinadotes u opinantes van a lo más sencillo, como es natural: ¿qué falta hace la ortografía para ser bombero? Por supuesto, no hace falta. Ni para ser comerciante, ni albañil, ni tractorista, ni policía, ni futbolista, ni político, ni para casi nada. Tan insignificante e inútil cosa solo la necesitan las personas que, cualquiera que sea su oficio, quieren disponer de un mínimo soporte educativo y cultural, nada que llame la atención, sólo lo básico. Mientras en este desdichado país llamado España siga habiendo considerable número habitantes que relaciona educación básica con actividad laboral, estaremos tan perdidos como lo venimos estando desde hace años.
            Podemos avanzar más en el razonamiento. A los participantes en la oposición famosa de bomberos burgaleses se les pedía como nivel educativo el de la ESO, ni más ni menos. Lo que nos lleva a preguntarnos qué tipo de formación se está ofreciendo a los niños españoles (ahora amplio el marco a la generalidad del país) si salen de ese nivel tan primario con un amplísimo desconocimiento de la ortografía lo que nos debe hacer pensar que, si entramos en otras materias (Historia, Geografía, Matemáticas) el resultado puede ser terrorífico.
            Pero no me parece que mucha gente está preocupada por eso. No, desde luego, en los medios informativos.


miércoles, 1 de febrero de 2017

CAMBIAR COSTUMBRES


            La presidenta del Congreso, Ana Pastor, ha implantado un nuevo horario de trabajo para los señores diputados. La presidenta ha debido oír o leer que existe por ahí un movimiento socio-económico-cultural empeñado en cambiar los hábitos de vida de los españoles para equipararnos a las costumbres europeas, sobre todo en lo que tiene que ver con el horario laboral. La modificación más importante consiste en adelantar el horario de término de la jornada de trabajo para que los ciudadanos puedan hacer una cosa que se llama conciliación familiar, o sea, estar en casa más tiempo para poder colaborar con los niños en la desmandada serie de tareas escolares que traen de los colegios y que, en su mayor parte, no sirven para nada útil.
            Para sumarse al carro de la reforma, la presidenta adelantó este martes una hora el comienzo de la sesión plenaria en la cámara. Como la teoría la comparte todo el mundo, nadie ha protestado.
            Me pregunto si, ya puestos, la señora Pastor entra también en territorios más delicados como, por ejemplo, el disparatado horario comercial impulsado de común acuerdo por los centros comerciales y los chinos, consistente en estar abierto todo el tiempo que sea posible, incluyendo domingos y fiestas de guardar. Y si, puestos ya también en faena, la presidenta utiliza alguna influencia derivada de su privilegiada posición en la cumbre de la gobernación del Estado para conseguir que las televisiones, todas, terminen sus programas normales a una hora decente y razonable. Eso incluye a las dos cadenas públicas. Porque ya me dirán cómo podemos descansar y conciliar si una película o serie comienza a las 11 de la noche o si se nos convoca a un apasionante debate o tertulia a la una de la madrugada.
            Coherencia, señoras y señores, del gobierno, del comercio y de todos los sitios. Y si no, mejor seguimos como estamos, porque de todas formas ya nos hemos acostumbrado a estos desmanes del reloj.