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jueves, 3 de noviembre de 2016

CUENCA VISTA POR LOS ARTISTAS


Lo que hace el Museo de Cuenca estas semanas (me parece que ésta es la última, o poco más) es una labor profiláctica de enorme importancia. Remover los anaqueles secretos, donde se guardan tesoros ocultos, para sacarlos a la luz y exponerlos públicamente es verdaderamente una acción muy meritoria, digna de aplauso y, desde luego, de que la ciudadanía acuda con auténtica devoción a explorar el resultado de esa búsqueda. No se si el apático colectivo conquense ha respondido satisfactoriamente a la incitación del Museo pero sin duda que quienes lo hayan hecho habrán encontrado repetidas ocasiones para el disfrute.
En la sala de exposiciones temporales que el Museo tiene abierta desde hace unos meses en la calle Princesa Zaida se exponen cuadros conservados en los almacenes y que tienen como motivo único la ciudad de Cuenca. En las firmas hay muchos nombres conocidos y otros menos, pero también meritorios: Jaime Serra (uno de los grandes desconocidos u olvidados del arte hecho en Cuenca), José Luis Brieba, Alfonso Cabañas, Miguel Zapata, Julia Alcón, Cirilo Martínez Novillo, Julián Carboneras, Luis Muro (cuando se firmaba todavía como Martínez), Dimitri Perdikidis, José Lapayese del Río, Lorenzo Goñi, Álvaro Delgado y alguno más que, sin duda, se me escapa entre los intersticios de la memoria. Para todos, el tema único es Cuenca, con predominio de aspectos urbanos pero también de paisajes, siempre socorridos, con las hoces y su vegetación como elemento esencial.
Esos cuadros son propiedad del Ayuntamiento de Cuenca, que los entregó en depósito al Museo ad calendas grecas en tanto se formalizaban las gestiones para formar el propio Museo Municipal de Artes Plásticas, asunto que jamás pasó de una benevolente declaración de intenciones y que a estas alturas duerme plácidamente en el oscuro cajón donde se refugian tantos buenos propósitos municipales.
Lamento aparte, es muy aleccionador pasear por los espacios de la sala de exposiciones y sentirse acariciado por estas visiones de Cuenca, tan diferentes unas de otras, la mayoría en el terreno de lo figurativo pero también alguna bordeando la abstracción, que tan bien sienta a una ciudad arriscada sobre el disparate topográfico y, por tanto, susceptible de las más imaginativas versiones.
A la exposición le quedan pocos días de vida. Apenas un soplo para disfrutar de esta colectiva y genial visión de Cuenca.


jueves, 15 de octubre de 2015

GRABADOS EN EL MUSEO DE CUENCA



Un grabado, muy expresivo, a pesar de los sombríos tonos oscuros, casi negros, que recrean con singular acierto el aspecto fantasmal con que quiere aportar un detalle más a su peculiar interpretación de Cuenca, anuncia y sirve de frontispicio al díptico informativo de la exposición que el Museo de Cuenca tiene abierta estos días en la nueva sala situada en la calle Princesa Zaida (que sería excelente si no fuera por la disposición de las molestas columnas que entorpecen el montaje). Grabados en el Museo de Cuenca se titula la muestra, que ofrece un total de 37 obras de esa técnica, más otras cuatro de carácter histórico, correspondientes a una visión de San Julián, obra de Joseph Jimeno y tres del clásico libro de Antonio Ponz.
Quienes ya tenemos alguna edad (y conservamos aún en condiciones aceptables la memoria, riqueza inapreciable) recordamos aún aquellos años ciertamente brillantes en que el Museo de Cuenca creó, promovió e impulsó un taller de grabado que empezó a funcionar en 1978 y se prolongó durante varios años, contando con las ayudas económicas de Fernando Zóbel, realmente enamorado de esta técnica y de la Diputación provincial y también del Ayuntamiento de Cuenca, que cedió los locales, en el edificio anexo al propio Museo (ahora, por cierto, en estado avanzado de ruina: cualquier día se viene abajo y no será sorpresa para nadie). Más de un centenar de artistas pasó por allí, a experimentar y trabajar, además de impartir talleres encaminados a difundir los matices y las posibilidades que para un creador de otras artes plásticas (pintores, sobre todo) ofrecía el trasladar su obra al grabado.
Aquellos trabajos están ahora almacenados en el Museo de Cuenca y de allí ha salido esta selección en la que se encuentran los yas citado Goñi o Zóbel, con otros nombres, consagrados o menos, como Antonio Santos, Adrián Moya, María Teresa Recuenco, Perico Simón, Pedro Mercedes, Emilio Morales, Estrella Plaza (a la que corresponde la ilustración de este comentario), Antonio Abad, Redondo Badía, Javier Floren, Francisco Ortega, Bonifacio Alfonso, Adrián Navarro, José María Lillo, Miguel Ángel Moset, Miguel Zapata, Julián Pacheco y ese etcétera que llega hasta 37.
Mejor que leer es ir a ver la colección. Interesante, sin duda. Nostálgica, también. Y meritorio, que salga a la luz.