domingo, 15 de julio de 2012

LA INÚTIL CRIATURA DE MONEO


         Uno de los inevitables puntos de referencia, con el debido comentario, entre asombrado, irónico, burlón, escéptico o el sentimiento que en cada momento inspira al ciudadano en cuestión, es el llamado Bosque de Acero, planificado en mala hora con el propósito de servir de recinto ferial a la aburrida ciudad de Cuenca. Son las cosas que podían idearse cuando sobraba el dinero a espuertas, aunque hay que decir que los que vinieron detrás (PP sucedió a PSOE) asumieron la tontería supermillonaría y siguieron enterrando ahí paladas de euros, convencidos de que nunca llegaría una cosa llamada crisis. Pero aunque no hubiera llegado, la pregunta fetén, de los que estamos viviendo aquí y de quienes vienen a vernos es: ¿para qué sirve eso? Pues miren ustedes: para nada. Si ese edificio, o lo que sea (pues no estoy muy seguro de que esa estructura metálica le convenga el apelativo de edificio) tuviera alma, estaría francamente deprimido. Salvo una absurda exposición de objetos varios que tuvo el carácter de acto inaugural y otros eventos de multiforme contenido, desde una feria de la tapa hasta un concierto musical, para nada sirve el objeto en cuestión. Quizá por eso, su presunto autor, el arquitecto Rafael Moneo (Tuedela, 1937), que pronto derivó la responsabilidad creativa, si es que tuvo alguna, a su "Estudio" (¡), haciendo figurar en el proyecto el nombre de su hija, no incluye el Bosque de Acero de Cuenca entre las obras meritorias, que las tiene, naturalmente, que justifican la concesión del premio Príncipe de Asturias de las Artes. Con lo que podríamos fardar en Cuenca de tener en Cuenca la obra de un premiado de tal distinción. Pero claro, si el propio interesado no se reconoce como padre de la criatura, ¿tenemos derecho los demás a presumir de tal cosa? No se por qué, pero me temo que no.

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