Las malas noticias, aunque se esperen, son igual de malas y,
curiosamente, también llegan de manera inesperada. Ese es un factor que suele
acompañar siempre a la muerte, que solo los más allegados están en condiciones
de asumir con aparente normalidad. Los demás, quienes estamos lejos del amigo
que emprende el camino, recibimos el mensaje con algo de sobresalto e incluso
con días de retraso. Así toca hoy anotar la pérdida de Ángel Villar Garrido
(Leganiel, 1947), ingeniero, investigador y, junto con su hermano Jesús,
pertinaz buscador de textos viajeros por el territorio de Castilla-La Mancha,
singularmente por la provincia de Cuenca, a la que dedicó (dedicaron) un
volumen espectacular por su contenido tanto como por la sabiduría demostrada
por quienes acertaron a rastrear cuantas palabras, visiones y observaciones se
han realizado sobre nuestra tierra.
Ingeniero técnico industrial, de joven participó en no pocas
aventuras culturales, sobre todo en el terreno teatral como aficionado. También
rodó un corto dedicado a Madrid y a Juan Ramón Jiménez, participó en cursos
sobre movimientos artísticos, antes de emprender la titánica empresa de hacer
antología de los textos viajeros. Así apareció Viajeros por la historia (1997), referido al conjunto de
Castilla-La Mancha, que completaron con un volumen dedicado exclusivamente a
Cuenca (2004), otro a Albacete (2006) y un tercero a Guadalajara (2006),
quedando pendientes los dedicados a Toledo y Ciudad Real. Más tarde apareció
otro texto parecido, aunque con un planteamiento diferente: La Guerra de la
Independencia en CLM vista por viajeros extranjeros. En ese recorrido por
las gentes y los paisajes no faltó la mirada afectuosa hacia el pueblo natal: Leganiel, un pueblo y algo más (1984).
Algo más debería decirse también aquí, para impregnar de emoción palabras que
pueden parecer frías, mera crónica biográfica, incompletas si no se menciona la
enorme calidad humana de quien ahora está ya de viaje hacia el territorio
ignoto, el que nadie ha podido contar ni resumir. Y al que deseo acompañar con
el mejor de los deseos, el de que haya encontrado ya el sosiego y el descanso
que en sus doloridos últimos años no pudo disfrutar.
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