lunes, 12 de enero de 2015

LOS TORRES-DULCE DE VELLISCA



Cualquier ciudadano español (y hasta de fuera) conoce el nombre de Eduardo Torres-Dulce o ha oído hablar de él y, seguramente, incluso, sabe lo que le ha pasado, o sea, la forma artera en que el gobierno le ha buscado las vueltas hasta conseguir hartarlo y que dimitiera como fiscal general del Estado. Eso sí, asegurando -el gobierno- que nunca ha estorbado su gestión, que no le ha intimidado, ni presionado, ni cometido ingerencias en su trabajo ni nada de nada. Que hay razones personales y, ciertamente, es personalísima la decisión de decir basta y marcharse a su casa, que es como decir retornar a su trabajo anterior en el Tribunal Constitucional. E incluso sería posible volver a verlo participar en tertulias televisivas de carácter cinematográfico, aunque para ello sería necesario que algún canal recuperase tan higiénica costumbre, ahora también proscrita, salvo el sucedáneo que Cayetana Guillén Cuervo nos ofrece en torno a una película en La Dos. Retornando el hilo del comentario volveré a la figura de Torres-Dulce no para seguir insistiendo (ya se ha dicho bastante) en lo sucedido sino para buscar sus raíces conquenses, a las que nadie se ha referido hasta ahora, que yo sepa y conviene recordarlas.
El apellido Torres-Dulce se encuentra enraizado en el pequeño pueblo alcarreño de Vellisca. Allí nacieron en 1912 el padre del actual protagonista, Eduardo Torres-Dulce y Ruiz y su tío, hermano de éste, Antonio, en 1914, ambos figuras destacadas de la magistratura española, aunque con derivaciones profesionales muy diferenciadas. El padre, Eduardo, tras pasar por varios juzgados, llegó a ser director general de Justicia en 1972 y luego magistrado del Tribunal Supremo, donde se jubiló como presidente de la Sala de lo Social. El tío, Antonio, también ocupó diferentes destinos judiciales hasta llegar a uno ciertamente poco honorable, el de presidente del Tribunal de Orden Público, aquella ominosa institución que durante la dictadura de Franco distorsionó los sacrosantos principios de justicia y libertad.
Tengo noticias de que Eduardo Torres-Dulce Lifante, el recién dimitido/cesado fiscal general sigue manteniendo vigentes sus vínculos con Vellisca, donde se conserva la casa familiar, y está bien que lo haga. Allí, en ese recogido lugar de la Alcarria de Cuenca, a un paso de Huete como quien dice, puede encontrar sosiego y ambiente propicio para la meditación sobre las perversiones de la política y las banalidades de este mundo pijotero.

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