jueves, 27 de marzo de 2014

LUNA DE MIEL EN UÑA



            En un pequeño (y hermoso) pueblecito de la Serranía de Cuenca, bajo la protección de una poderosa cadena de riscas y junto al rumor acariciador de una singular laguna natural, Adolfo Suárez y Amparo Illana vivieron su luna de miel. Se casaron el 15 de julio de 1961. Él era entonces jefe del gabinete técnico del vicesecretario general del Movimiento, Fernando Herrero Tejedor, el hombre que le fue ayudando a dar un paso tras otro en la escala de responsabilidades, unas políticas y otras administrativas, y al que sucedió, cuando murió en 1975, como ministro secretario general, el último que ocupó este puesto en vida de Franco, cuyo organigrama desencuadernó a la muerte del dictador, para encabezar audazmente la transición hacia la democracia. Pero en aquel lejano 1961, Adolfo Suárez era una de las cabezas más jóvenes y, a la vez, más prometedoras, del sistema político ensamblado por el régimen del caudillo y en él hizo amistad con un pintor ya consagrado nacido en Cuenca, Luis Roibal, incardinado ya entonces en el pueblo de Uña y que en esos momentos estaba a cargo del gabinete de estudios del ministerio de Trabajo. Fue esa relación amistosa la que propició que la joven pareja de recién casados hiciera una etapa en Cuenca, atraída por una ocasión que resultaba entonces excepcional: una suelta de ciervos en la Serranía, donde se estaba preparando el parque cinegético de El Hosquillo. Y de esta manera, Adolfo y Amparo llegaron a Uña, todavía sin ninguna parafernalia oficial, puesto que él aún ocupaba un puesto muy discreto dentro de la jerarquía del régimen y se alojaron en la casa de Luis Roibal, en la plaza del pueblo. Al día siguiente, como estaba previsto, se llevó a cabo la excursión por los montes cercanos, acariciados por el tránsito siempre encantador del río Júcar, para asistir en directo al espectáculo de la naturaleza en todo su esplendor, con el retorno de los cérvidos a aquellos parajes que en tiempos históricos habían sido suyos y que ahora se encontraban completamente desocupados de vida animal salvaje, entonces en trance recuperación. La excursión por los parajes serranos conquenses culminó con una caldereta de cordero. Al día siguiente, los recién casados siguieron su viaje hacia Valencia para embarcar rumbo a la isla de Ibiza y continuar así la luna de miel que habían iniciado en un recoleto y amable rincón de la Serranía de Cuenca.

 José Luis Muñoz

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