lunes, 24 de marzo de 2014

UN DÍA PARA LA POESÍA


 

                En realidad, todos los días son buenos para la poesía, seguramente el más antiguo, perdurable y duradero género creativo de cuantos han existido en el mundo desde que el ser humano aprendió a hablar, escribir y comunicar sentimientos. No importa si estamos inmersos en una crisis o en plena vorágine económica, da lo mismo tener dinero, salud o buenos amores, que lo contrario, pues tanto desde el más desaforado optimismo como desde la tristeza infinita cualquiera puede expresarse poéticamente, por lo general en verso, aunque también la prosa sirve a estos fines. Vivimos inmersos en poesía, incluso sin saberlo. Seguramente lo ignoran quienes braman desaforados en un campo de fútbol, o quienes apedrean al prójimo en cualquier campo de batalla urbano, o si están enfrascados en el bonito entretenimiento de agujerear ruedas de coches o aplastar sus retrovisores, o cualquiera de los otros infinitos desbarajustes que se pueden inventar al socaire del ocio. Pues a pesar de eso, y de más cosas que no digo por abreviar el relato, la poesía subyace en torno a todo ello. Será poesía lírica, del desarraigo, del inconformismo, de la esperanza, mística, apologética, incluso política, quizá, pero hay poesía y siempre aparece alguien dispuesto a desarrollarla. Por eso, este 21 de marzo, Día Internacional de la Poesía, acontecimiento que no abrió ningún telediario ni suscitó los clamores enardecidos de la masa social circulante, un grupo de personas, niños incluidos, se dio cita en la cueva baja del Coto de San Juan, en la Plaza Mayor, para leer poesía (y tomar un chato o caña, de paso), rindiendo culto al viejo, pero nunca añejo proceso mediante el cual la palabra se transforma en elemento conductor de la belleza y el sentimiento. Allí estaban, flotando en el espacio, Caliope, Erato, Euterpe e incluso Polimnia, por más que era un cónclave seglar nada proclive a las declaraciones integristas, enemigas de la libertad, campo de acción en el que germina, crece y se desarrolla al Ars Poetica. En verso debería escribirse este comentario, pero la habilidad del autor no da para tanto. Dejémoslo así, en prosa castiza castellana, desde la que con reverencia rindo pleitesía a tantas hermosas palabras habilidosamente engarzadas en versos de amable resonancia íntima.
 
 

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