Con el lógico y necesario
interés leo las noticias municipales que adelantan el desbloqueo de las
gestiones para reanudar las obras de reconstrucción y remodelación de la Casa
del Corregidor, una de esas empresas prioritarias desde hace décadas y siempre
en situación de stand by, acompañada de periódicas declaraciones sobre la próxima
ejecución real de los trabajos. Parece –toquemos madera, por si acaso- que
ahora las cosas van en serio en cuanto que hay disponibilidad económica,
acuerdos entre instituciones (esa rara avis que nos está conduciendo a
situaciones esperpénticas) y plazos comprometidos.
Todo parece
ir viento en popa, a vela moderada, pero suficiente para que el proceso vaya
adelante. Sin embargo, en este largo caminar, en el que intervienen muchas
manos y se producen algunos olvidos, surge uno de ellos que motiva este
comentario. Porque en las recientes declaraciones de la concejala de Cultura y
portavoz del equipo de gobierno municipal, al hablar del destino futuro del
edificio, una vez restaurado, menciona su destino principal, el de Archivo
Municipal para el que fue concebida y diseñada esta obra de restauración, a la
que se acompaña ahora la afirmación de situar ahí las oficinas del Consorcio
Ciudad de Cuenca, cosa nueva y no contemplada en el plan inicial. Sin discutir
esta atribución (pese a que podría ser discutida, naturalmente) sí prefiero
aludir a otra cuestión que ahora parece olvidada: el Museo de Historia de la
Ciudad, que sí se mencionaba expresamente en el procedimiento original y que
ahora, por razones que ignoro, ha desaparecido sin motivos pese a que sigue
siendo totalmente necesario una instalación de ese tipo.
Siempre he
pensado (con motivos suficientes) que los concejales de las últimas hornadas se
han distinguido por mostrar de manera reiterada un profundo desconocimiento de
la historia de esta ciudad y especialmente de la enorme riqueza, complejidad y
variedad de los elementos que son propiedad del Ayuntamiento y que permanecen
rigurosamente guardados en el más absoluto desconocimiento. Cualquier ciudad
que se precie (y las hay a docenas) tiene abierto un Museo de su propia
Historia que suele tener un amplio interés para los visitantes pero, sobre
todo, es una lección permanente para que los propios ciudadanos, adultos y
jóvenes, sepan dónde vivimos, de dónde venimos y cuáles son los elementos básicos
que componen la esencia de la ciudad. Eso, en Cuenca, se ve complementado por
la ingente cantidad de documentos y objetos que podrían formar parte de esa
exposición permanente y aleccionadora.
El Museo de
Historia de la Ciudad es complemento adecuado y necesario del Archivo
Municipal. Y si el actual Ayuntamiento lo ignora, lo único que se hace es
prolongar la solución del caso, para que otra corporación más sensible caiga en
la cuenta de la conveniencia de instalar tal Museo, aunque sea en otro local y no
en el que debe ocupar por naturaleza, que no es otro que la Casa del
Corregidor.
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