miércoles, 10 de septiembre de 2014

JOSEF ALBERS EN EL MUSEO DE ARTE ABSTRACTO

            
             Aún quedan unos cuantos días (no muchos, hasta el 5 de octubre), menos aún descontados los que corresponden a la insumisión social que suele acompañar a las corridas de vaquilla, para poder disfrutar en el Museo de Arte Abstracto de Cuenca de la espléndida colección dedicada a Josef Alberts, calificada en el momento inaugural como el resultado de una obra pausada, estudiada al milímetro en cada paso del grabado, repleta de pruebas de color y, sobre todo, metódica.
            La exposición, como es natural, ocupa la planta baja del edificio, la dedicada a las muestras temporales, ese espacio íntimo que siempre resulta acogedor, en el que el visitante se siente perfectamente a gusto, por lo común sin agobios de otras personas dispuestas a pelear por un hueco para ver apenas durante unos segundos el objeto de sus miradas. Aunque los tópicos suelen ser siempre arriesgados, en este caso es correcto decir, como en alguna ocasión se ha hecho, que estar ahí, ante la obra de Albers, es como entrar en su propio taller, conocer sus vivencias y sensaciones, seguir paso a paso la evolución de su trabajo. Un viaje al interior del taller del artista, se dijo, y es cierto.
            Josef Alberts (1888-1976) era, por lo que nos cuentan los especialistas y estudiosos de su obra, extraordinariamente minucioso en la elaboración de sus trabajos. Nada de seguir ese impulso creativo espontáneo, casi brutal, que deriva en un impacto visual. Por el contrario, nos cuentan, trabajaba con absoluta dedicación antes de acometer el proceso real de construcción, estudiando los múltiples aspectos y caminos por los que podría orientar el desarrollo efectivo de la obra de un genio que no cree en la improvisación (tampoco en la inspiración), sino en el trabajo. Por eso en esta exposición tienen tanto interés los bocetos que nos permiten aprehender las distintas etapas de ese proceso creativo, incluyendo las dudas ante las que se enfrenta el creador hasta decidirse por una opción concreta. Eso queda patente en las 103 piezas que vienen a ser como el escaparate donde se refleja la intimidad de un artista, en ocasiones en severos tonos blancos y negros, otros dejándose llevar por la exuberancia del color.

            Lo dicho: quedan pocos días para disfrutar de esta maravilla y deberían aprovecharse.

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