Como los seres humanos somos (afortunadamente) personas
contradictorias y de gustos variables, sucede que junto con nuestra afición por
los mayores alardes de la modernidad (en modas) o la tecnología (ya ven la
furia compradora por el último modelo de Ipad) coexiste un interés creciente
por las historias y costumbres que nos llegan desde el pasado remoto. El símbolo
más expresivo es la multiplicación de mercados medievales (que del Medioevo
tienen poco, quizá algún halcón que otro) pero también las recreaciones históricas
que con tanto entusiasmo ejecutan esforzados grupos de actores encantados con
vestirse al modo ibérico, romano, visigodo, vikingo, castellano medieval o lo
que haga falta.
Muchas de esas
recreaciones las tenemos en Cuenca, al alcance de la mano, en Valeria, por
ejemplo; en Cañete, cuyas justas durante la Alvarada son famosas y continuadas;
en Belmonte, reciente escenario para torneos vibrantes; y ahora, también, en
Segóbriga, que el pasado sábado vivió unas jornadas destinadas a reproducir el
mundo de los gladiadores, aquellos paladines dispuestos a jugarse la vida en un
pis pas para satisfacer a sus dueños.
Lo
mejor de esta inocente diversión es que, al amparo de la cita, aumentan los
visitantes a ese espléndido recinto y tras conocer el parque en una visita
guiada, asistieron en el anfiteatro a la recreación de una lucha de
gladiadores, a cargo de miembros de la Asociación Ludus Gladiatorium Vulcanum quienes,
además de escenificar las distintas modalidades de combate, explicaron los
tipos de gladiadores que existían, las armas que empleaban y las reglas que
regían estas competiciones. Posteriormente los visitantes también pudieron disfrutar
de una recreación sobre el trabajo que se realizaba con el lapis specularis, el
yeso traslúcido que se serraba y laminaba para convertirse en el cristal de las
ventanas.
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