martes, 7 de julio de 2015

LA CAPACIDAD CREATIVA DE ADRIÁN NAVARRO




           
 Ha terminado ya el tiempo en que hemos podido disfrutar de la última exposición de Adrián Navarro en Cuenca, concebida por el artista como una muestra antológica de su trabajo desde 1978 hasta nuestros días y presentada con un título tan significativo como Buril y trazo. Estuve el día de la inauguración y he vuelto un par de veces más a la Sala Acua, ese singular recinto habilitado por la Universidad regional en una rinconada inmediata a la Plaza Mayor, como si con ese desafío al arte y la cultura, al sosiego y el pensamiento, en suma, quisiera servir de contrapunto al barullo inmediato, ese que tanto aturde cuando los calores del verano atosigan más de la cuenta a los usuarios del casco histórico conquense.
            Digresión (seguramente innecesaria) aparte, vuelvo al hilo conductor esencial, el que se refiere a Adrián Navarro, en estos momentos y creo que sin discusión el primero de nuestros alfareros y ceramistas. Hace unos meses, interesado como siempre he estado en su forma de trabajar, pasé una mañana con él, en su taller, allá por el camino del Terminillo, donde se encierra a pergeñar sus diseños y trabajar el barro, que sigue siendo el elemento básico, insustituible, se un ejercicio laboral que tiene tanto de arte creativo como de artesanía manual.
            La obra de Adrián ha ido evolucionando con él mismo a lo largo de los años, a medida que su inquietud formativa natural iba descubriendo nuevos horizontes desde los que empezó a intuir cuando era estudiante en Manises, de donde se vino para Cuenca (dejando también atrás sus orígenes en El Provencio) dispuesto ya a profundizar en los arcanos mágicos de la alfarería, un territorio ya marcado por el genio inconfundible de Pedro Mercedes. Comparar a ambos artistas es innecesario, aunque sea un ejercicio que suele gustar mucho a los amigos de simplificar las cosas. Más allá de presuntas apariencia o forzadas concomitancias es cómo querer buscar en un artista moderno las influencias de un clásico, que naturalmente suele haberlas, pero sin que eso signifique en forma alguna una transmisión de saberes y menos aún estilo.

            No hace todavía mucho tiempo desde que Adrián Navarro ingresó como académico de número en la Real Academia Conquense de Artes y Letras. La lectura de su discurso es muy ilustrativa y nos ayuda sobremanera a entender el concepto creativo del artista y a seguir detalladamente los diversos pasos que le conducen a través de diferentes estilos. Un texto que encuentra, en la exposición que ahora termina, la ilustración adecuada para entender cómo se puede ensamblar la intuición natural de un artesano con la amplísima concepción intelectual de un verdadero creador de imágenes, formas y encantamientos visuales.

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