sábado, 4 de julio de 2015

RAÚL DEL POZO Y GLAUKA


            Raúl del Pozo es el último nombre inscrito en la lista de premiados con el Glauka, ese singular reconocimiento que conceden las lectoras de la Biblioteca Pública “Fermín Caballero”, de Cuenca. Nacido bajo el amparo e impulso intelectual de José Luis Sampedro, el premio mantiene anualmente su estimable vitalidad, en busca siempre de ese personajes escritor al que otorgar un galardón que no se distingue por su espectacular dotación económica ni por el oropel de la fama internacional sino que se mantiene en el amable ámbito de lo doméstico, lo amistoso y, en fin, lo que más interesa siempre a un escritor, el reconocimiento, el afecto del público. Eso lo tiene Raúl del Pozo desde hace mucho tiempo y se manifiesta en cada ocasión propicia para el encuentro, como este último, que sirve (habrá servido, pienso yo) para reconfortarle de otros sinsabores amargos, como el estúpido desprecio con que la Junta de Cofradías rechazó su nombre para ser pregonero de la Semana Santa, siguiendo así las indicaciones de un cura preconciliar, de los que aún hacen la señal de la cruz cada vez que se cruzan (o creen cruzarse) con un infiel comunista. Esto, seguramente, no pasó de la categoría de anécdota, pero conviene decirlo de vez en cuando (o al menos, recordarlo) para tener siempre presente cómo son las cosas por este arriscado rincón serrano, último baluarte en la defensa de occidente. Pero sigamos con lo nuestro, que es lo verdaderamente importante. Desde su origen, va ya para 80 años, en la ribera del Júcar, caserío de La Torre, término municipal de Mariana, Raúl del Pozo ha desarrollado con toda evidencia un esfuerzo personal de considerable importancia. Tras hacer estudios de Magisterio en Cuenca se lanzó audazmente a la búsqueda de un hueco en el territorio de las letras, empezando por el que tenía más próximo, el venerable y por tantos motivos respetable Ofensiva, cuyas páginas acogieron tantos esfuerzos juveniles. Sobre aquella etapa, ha escrito hermosas palabras: "En Ofensiva es donde me hice adicto a la tinta de imprenta y donde conocí a los linotipistas y a los cajistas, fogoneros de las ideas”. Desde aquellos inicios, Raúl del Pozo mostró una evidente agudeza en la captación de temas, una juvenil osadía en el tratamiento y una pureza estilística en el manejo del idioma, virtudes todas que acentuaría con el paso del tiempo. Hoy es uno de los más prestigiosos columnistas españoles con su recinto de papel diario en la última página de El Mundo, donde vierte luminosas palabras en las que aúna la clara percepción de la actualidad cotidiana con el conocimiento profundo de la literatura española a través de un sobrio manejo del idioma, al que acaricia con cariño y del que extrae el profundo aroma que encierran las redomas de los más sutiles perfumes. Saludo pues, desde aquí, al último premio Glauka, profeta en su tierra más allá de los manejos de gentecillas de poco pelo.


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