viernes, 22 de enero de 2016

ADIÓS O HASTA LUEGO CASA ZAVALA




            García Márquez estuvo especialmente afortunado cuando a una de sus grandes novelas tituló Crónica de una muerte anunciada, frase rotunda, expresiva, que luego hemos repetido cientos de veces quienes, al buscar alguna para ilustrar algún suceso recurrimos a esa, tan eficaz. Y así, desde hace mucho, multitud de hechos van jalonando una inacabable retahíla de muertes anunciadas. Como la de la Fundación Saura, que cerró sus puertas, en silencio, allá por el mes de octubre, sin proclamarlo y, lo que es peor, sin que nadie tampoco haya lamentado su desaparición.
            Que puede ser momentánea, claro, porque no dispongo yo de dotes proféticas para adivinar si los inacabables males que sobre ella se venían acumulando desde hace años tendrán remedio o, sencillamente, se la dejará languidecer indefinidamente, hasta que la olvidemos por completo y sus propósitos se pierden en ese cajón sin fondo donde tantas cosas conquenses duermen ya.
            Los avatares de la Casa Zavala, espacio continente de la Fundación Saura, no menos azarosa, bien deberían merecer un tratamiento exhaustivo, que no es objeto de este breve comentario. Habría que referirse a la inmoral actuación del Ayuntamiento de Cuenca, que heredó de sus propietarios la Casa con la firma de un documento notarial en el que se comprometía a cumplir una serie de fines, desvergonzadamente incumplidos y habría que recordar, in extenso, los planes de Antonio Saura y cómo se frustraron a su muerte, con el estrambótico pleito mantenido con las herederas del pintor, base esencial de todos los males siguientes, porque mal puede desarrollarse la voluntad de una persona en contra de los deseos de sus herederos.
            En fin, que hay mucha tela que cortar y no poco que decir. Por ahora, solamente quiero dejar constancia de este cierre. De este silencioso cierre, callado por los integrantes de la Fundación, como si les diera vergüenza decirlo y no menos ignorado por los medios informativos al uso que hoy tenemos disponibles en Cuenca. Por lo pronto, anotaremos en caso en el inacabable capítulo de elementos culturales perdidos por esta ciudad. Si luego hay recuperación, será cosa de hacer otro comentario.




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