domingo, 19 de marzo de 2017

HACIA LAS NUEVAS CASAS COLGADAS



            Parece que van a terminar las desventuras de las Casas Colgadas. Detrás quedan los últimos episodios, protagonizados por quienes fueron y aspiraban a ser los concesionarios del Mesón; los anteriores salieron de mala manera y quienes aspiraban a entrar no pudieron hacerlo por clara y abierta discrepancia en un punto concreto: quién debía asumir el gasto de la amplísima reparación que necesitaba la instalación. El adjudicatario, Manolo de la Ossa, pretendía que lo hiciera el Ayuntamiento y éste justo lo contrario. Como no hubo acuerdo, rescisión de contrato al canto y así nos quedamos sin restaurante en el edificio más simbólico de la ciudad.
            Como si aquello no hubiera pasado nunca, forma política de actuar que ya es seña de identidad en el Ayuntamiento conquense, ahora se prepara un proyecto, se buscan los dineros (que pondrá el Consorcio, como es habitual) y sale adelante la reparación del Mesón, aquella que no se quiso hacer y que ahora es viable y posible.
            El nuevo proyecto sorprende por su planteamiento, verdaderamente ambicioso, que va a suponer un cambio total en lo que habíamos conocido hasta ahora e incluso en lo que podría esperarse. Se estructura mediante un vestíbulo que se quiere amplio y amable, vinculado al espacio inmediato, el del Museo de Arte Abstracto; donde ahora están los aseos, se transforma en bodega no solo para almacenamiento de botellas sino para la realización de catas específicas; la que fue cafetería en la planta primera será el comedor principal, aprovechando las magníficas vistas que se ofrecen sobre la Hoz del Huécar; en la planta inferior se mantiene un comedor privado; en los antiguos espacios de la cocina habrá otro comedor, desde el que también se contemplará la hoz además de seguir las evoluciones de los cocineros; por último, en la planta segunda, donde ahora hay una vivienda usada como almacén, se llevará a cabo uno de los cambios más notables, al habilitar otro comedor, llamado la Sala Blanca.

            Lo dicho: un cambio tal que no va a conocer las Casas Colgadas por dentro ni los arquitectos y albañiles que la parieron. Luego vendrá, otra vez, la madre del cordero: quién se hace cargo de la gestión. A la vista de las experiencias ya producidas, podemos si no echarnos a temblar, sí por lo menos a sentir algo parecido a la inquietud.

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