martes, 18 de febrero de 2014

ADIÓS, MERCERÍA, ADIÓS




            Era un mundo maravilloso de figuras y colores, una amalgama desordenada, al estilo antiguo, con ese orden interno que sólo conoce quien organiza la distribución de los elementos, como nos pasa a cada uno de nosotros con nuestra propia biblioteca: un vistazo y sabemos dónde está ese querido volumen, sin necesidad de tejuelos ni de seguir la ordenación sistemática internacional. Así era la Mercería Alonso, antigua, entrañable, imaginativa, envolvente. En sus anaqueles podían encontrarse los más variados objetos propios de este comercio tradicional: agujas, hilo, madejas de lana, calcetines, medias, cremalleras, botones, ropa interior, corchetes… amontonados en cajas de rancio sabor, entre las que se abrían paso algunos expositores de moderno diseño, para contribuir así al maridaje de las formas y los sentidos. El local fue abierto por los padres de Luisa González (Motilla del Palancar) a primeros del siglo XX. Desde los años 50 lo regentaron Carlos Zarzuela (nacido en Tarancón) y la propia Luisa. El apelativo Alonso lo asumieron porque en Motilla a la familia se la conocía como “los Alonso”. Él era mecánico tornero y cambió el oficio al contraer matrimonio y decidir ambos asumir la mercería. Cuando hablé con ellos, hace algunos años, reconocieron que el local no se había modificado prácticamente nada y eran ya pesimistas sobre su futuro, porque los hijos no querían saber nada de esa dependencia diaria. Carretería, cada vez más despersonalizada, pierde otro de sus elementos fundamentales de identificación social y comercial. Y uno, nostálgico siempre, dice adiós a este paraíso de objetos encantadores y luminosos.

 

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