Era un
mundo maravilloso de figuras y colores, una amalgama desordenada, al estilo
antiguo, con ese orden interno que sólo conoce quien organiza la distribución
de los elementos, como nos pasa a cada uno de nosotros con nuestra propia
biblioteca: un vistazo y sabemos dónde está ese querido volumen, sin necesidad
de tejuelos ni de seguir la ordenación sistemática internacional. Así era la
Mercería Alonso, antigua, entrañable, imaginativa, envolvente. En sus anaqueles podían encontrarse los más
variados objetos propios de este comercio tradicional: agujas, hilo, madejas de
lana, calcetines, medias, cremalleras, botones, ropa interior, corchetes…
amontonados en cajas de rancio sabor, entre las que se abrían paso algunos
expositores de moderno diseño, para contribuir así al maridaje de las formas y
los sentidos. El local fue abierto por los padres de Luisa González ( Motilla
del Palancar) a primeros del siglo XX. Desde los años 50 lo regentaron Carlos
Zarzuela (nacido en Tarancón) y la propia Luisa. El apelativo Alonso lo asumieron
porque en Motilla a la familia se la conocía como “los Alonso”. Él era mecánico
tornero y cambió el oficio al contraer matrimonio y decidir ambos asumir la
mercería. Cuando hablé con ellos, hace algunos años, reconocieron que el local
no se había modificado prácticamente nada y eran ya pesimistas sobre su futuro,
porque los hijos no querían saber nada de esa dependencia diaria. Carretería,
cada vez más despersonalizada, pierde otro de sus elementos fundamentales de
identificación social y comercial. Y uno, nostálgico siempre, dice adiós a este
paraíso de objetos encantadores y luminosos.
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