viernes, 12 de febrero de 2016

SAN SEBASTIÁN ESPERA


Desde hace unos días, San Sebastián (que es como en Europa llaman a lo que los vascos y algunos españoles mal informados denominan como Donosti) ejerce como capital cultural europea de la Cultura, distinción conseguida en severa pugna, ya olvidada, con otras cuantas ciudades españolas que quisieron pujar por obtener ese galardón, siendo elegantemente derrotadas. Por aquí, por estas ásperas estribaciones de la Serranía ibérica, no parece haber mucho interés en recordar aquella triste experiencia que vino a demostrar de manera fehaciente la incapacidad de quienes entonces eran responsables de la cosa pública en Cuenca para conseguir articular una propuesta mínimamente coherente y un poco atractiva. Todo se les fue en fuegos de artificios. Con decir “somos los mejores” se creían que ya era suficiente para convencer al jurado internacional que, cuando vino a Cuenca, solo encontró humo y mucho “haremos” pero nada que ya estuviera hecho, ni proyectado, ni siquiera pensado.
Pero de eso, como digo, no hay muchas ganas de hablar por aquí. Es más cómodo olvidarlo y más práctico aún proyectar algún viaje a San Sebastián, algo que siempre es agradable y estimulante pero que ahora encuentra el complemento de un increíble programa de actividades de todo tipo, como para no respirar ni descansar si se hace una visita. Y ello, naturalmente, sin contar con otras cosas bien conocidas, como la playa de la Concha, la gastronomía o las propuestas vigentes de manera permanente, aparte las excepcionales de esta celebración.
Desde aquí, desde esta Cuenca que a mediados de febrero aún no ha sido capaz de definir qué se puede hacer en el programa alternativo preparado para este 2016, hay que mirar hacia el norte peninsular, a la ribera del Cantábrico, donde ya está en marcha la celebración de la capitalidad cultural europea de la Cultura. Con envidia, desde luego. Que no es cosa mala, aunque algunos lo crean y otros lo digan.


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