lunes, 18 de diciembre de 2017

EN LA MUERTE DE ÁNGEL PÉREZ


Los medios informativos conquenses se hacen eco hoy de la muerte en Madrid de Ángel Pérez Saiz, nacido en Priego en 1937, del que se destaca, sobre todo, su papel como dilatado presidente de la Balompédica Conquense durante doce años, equipo al que hizo vivir los mejores momentos de su existencia contemporánea, sacándolo del siempre molesto pozo de la Tercera División para llevarlo a Segunda B e incluso acariciar la posibilidad de alcanzar la Segunda, cosa que estuvo al alcance de la mano y que frustró el Castilla, en un encuentro histórico disputado en el Santiago Bernabéu.
En pocos lugares, sin embargo, se destaca o siquiera comenta otra dimensión de la personalidad de este hombre verdaderamente emprendedor, aspectos que conviene destacar aquí, entre otros motivos porque uno de ellos me toca muy de cerca. A la vista está, en la foto que encabeza este comentario.
Ángel Pérez estudió en el Instituto Alfonso VIII y cursó la carrera de ingeniero de Caminos, Canales y Puertos en la Universidad Politécnica de Madrid, que completó con estudios especializados en la gestión empresarial, lo que le permitió en 1971 fundar la empresa Ofiteco, con la que llevó a cabo innumerables proyectos tanto en España como en otros muchos países. Para Cuenca realizó y ejecutó uno de los más interesantes proyectos que se han llevado a cabo en la ciudad, el encauzamiento del río Huécar, obra que permitió romper la histórica imagen de un río pertinazmente seco, siempre desamparado. Gracias a esta singular obra hoy podemos disfrutar de la agradable visión del Huécar acariciando la falda del casco antiguo y del cerro del Socorro, para llegar alegremente a desembocar en el Júcar.
Pero en este blog interesa especialmente destacar cuestiones que tienen que ver con la cultura y también en eso mostró Ángel Pérez una singular preocupación. Fue promotor y editor de libros y él mismo escribió uno, de gran belleza, La Cuenca del Guadiela (una mirada emocionada), junto a Alfonso Calle y él mismo, en solitario, otro, Agua, en los que volcaba al unísono su pasión por la naturaleza y por la comarca en que había nacido.
Pero, además, fue un mecenas, especie totalmente desconocida en Cuenca, porque en cierto momento, a la altura del año 2010, decidió reinvertir parte de sus ganancias como empresario para crear un premio anual, orientado a reconocer entidades o personas destacadas en la promoción de la cultura en Cuenca. Con gran sorpresa por mi parte, puesto que no tengo la costumbre de concurrir a concursos de ningún tipo, el jurado del año 2014 decidió concederme ese premio, que recibí de manos del propio Ángel Pérez en un acto celebrado en la Cámara de Comercio y que me pareció ciertamente entrañable.
Ahora, en la despedida a este hombre singular, destaco aquí su auténtica bonhomía, su capacidad para el trabajo y el desprendimiento, su honda y sincera preocupación por la tierra conquense.


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