Los medios informativos conquenses
se hacen eco hoy de la muerte en Madrid de Ángel Pérez Saiz, nacido en Priego
en 1937, del que se destaca, sobre todo, su papel como dilatado presidente de
la Balompédica Conquense durante doce años, equipo al que hizo vivir los
mejores momentos de su existencia contemporánea, sacándolo del siempre molesto
pozo de la Tercera División para llevarlo a Segunda B e incluso acariciar la
posibilidad de alcanzar la Segunda, cosa que estuvo al alcance de la mano y que
frustró el Castilla, en un encuentro histórico disputado en el Santiago Bernabéu.
En pocos lugares, sin embargo, se
destaca o siquiera comenta otra dimensión de la personalidad de este hombre
verdaderamente emprendedor, aspectos que conviene destacar aquí, entre otros
motivos porque uno de ellos me toca muy de cerca. A la vista está, en la foto
que encabeza este comentario.
Ángel Pérez estudió en el Instituto
Alfonso VIII y cursó la carrera de ingeniero de Caminos, Canales y Puertos en
la Universidad Politécnica de Madrid, que completó con estudios especializados
en la gestión empresarial, lo que le permitió en 1971 fundar la empresa
Ofiteco, con la que llevó a cabo innumerables proyectos tanto en España como en
otros muchos países. Para Cuenca realizó y ejecutó uno de los más interesantes
proyectos que se han llevado a cabo en la ciudad, el encauzamiento del río Huécar,
obra que permitió romper la histórica imagen de un río pertinazmente seco,
siempre desamparado. Gracias a esta singular obra hoy podemos disfrutar de la
agradable visión del Huécar acariciando la falda del casco antiguo y del cerro
del Socorro, para llegar alegremente a desembocar en el Júcar.
Pero en este blog interesa
especialmente destacar cuestiones que tienen que ver con la cultura y también
en eso mostró Ángel Pérez una singular preocupación. Fue promotor y editor de
libros y él mismo escribió uno, de gran belleza, La Cuenca del Guadiela (una mirada emocionada), junto a Alfonso
Calle y él mismo, en solitario, otro, Agua,
en los que volcaba al unísono su pasión por la naturaleza y por la comarca
en que había nacido.
Pero, además, fue un
mecenas, especie totalmente desconocida en Cuenca, porque en cierto momento, a
la altura del año 2010, decidió reinvertir parte de sus ganancias como
empresario para crear un premio anual, orientado a reconocer entidades o
personas destacadas en la promoción de la cultura en Cuenca. Con gran sorpresa
por mi parte, puesto que no tengo la costumbre de concurrir a concursos de ningún
tipo, el jurado del año 2014 decidió concederme ese premio, que recibí de manos
del propio Ángel Pérez en un acto celebrado en la Cámara de Comercio y que me
pareció ciertamente entrañable.
Ahora, en la despedida a
este hombre singular, destaco aquí su auténtica bonhomía, su capacidad para el
trabajo y el desprendimiento, su honda y sincera preocupación por la tierra
conquense.
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