Domingo, 22 de marzo
Hoy nos acostaremos bajo el paraguas del bipartidismo, pero
no sabemos aún cómo nos levantaremos mañana. Quizá por eso unos y otros, a
diestra y a la siniestra, pasando por el centro, todos consideran que este
domingo se va a librar una auténtica batalla en Andalucía, cierto que
incruenta, utilizando como únicas armas unas inocentes papeletas de votación. Son
las primeras elecciones abiertas desde que fuerzas hasta ahora marginales
irrumpieron con notable ímpetu en el cenáculo de la política, con todo el
terremoto que han sabido provocar y difundir, pero llega la hora de la verdad,
la de comprobar si lo que dicen las encuestas tiene algo que ver con lo que
realmente está sucediendo en el magma sociológico de este país. La casualidad
quiere que yo hoy, este domingo electoral andaluz, esté precisamente en Andalucía,
lo que me permitirá estar cerca, como observador, de lo que aquí suceda. Llega
el momento de saber con datos y votos si efectivamente Podemos es algo más que
palabrería demagógica que puede arrastrar voluntades; si Ciudadanos es como se
dice una auténtica fuerza emergente con proyección de futura; si Izquierda
Unida pone fin a su errático deambular de los últimos años y como suponen las
encuestas va a hundirse sin perspectivas de salir. Y, sobre todo, si al fin
podemos enterrar el contubernio bipartidista que los dos grandes han ido
manteniendo y consolidando en beneficio propio y no del bien común. Nos
esperan, a lo largo del año, muchas más ocasiones de comprobar todo esto pero
hoy es el día en que comienza la resolución del problema. Como suelen decir los
interesados, ya no tienen nada que ver las encuestas, sino las urnas. Y, las
cosas como son, estas experiencias electorales siempre resultan apasionantes. Sobre
todo si se piensa, como ocurre este domingo andaluz, en que las cosas tan
aburridamente ensambladas por los dos grandes partidos pueden empezar a cambiar.
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