Los principios que uno mantiene
inconmovibles desde que era joven se pueden alterar en según qué
circunstancias. Esas cosas tan bonitas sobre el respeto a todas las opiniones,
el entendimiento hacia lo que hace el prójimo, la capacidad para aceptar
novedades, no utilizar (salvo casos muy excepcionales) palabras malsonantes, no
ofender, no insultar… en fin, un bonito repertorio, un catálogo de propósitos
cuya firmeza, ya digo, puede alterarse en el momento más inesperado si llega la
ocasión.
Y ha llegado, me parece.
Mientras estaba de viaje por ahí,
descubriendo otros mundos (no muy lejanos) ha surgido en esta benemérita ciudad
de Cuenca, donde todas las sorpresas y disparates son imaginables, una
propuesta que, al conocerla, me ha dejado estupefacto. Y no solo por la idea en
sí, al fin y al cabo tan estrambótica como otras tantas que van jalonando
nuestra desdichada historia sino que lo que me sorprende realmente del todo es
que el asunto, puesto sobre la mesa, es recibido con toda seriedad, se estudia,
se analiza, será valorado convenientemente e incluso se nombra una comisión
para que analice sus posibilidades de realización. Todo muy serio, muy correcto,
muy de cara a la galería.
Con lo fácil que hubiera sido
poner coto a la primera y enviar la carpetilla al único lugar en que merece ser
alojada, la papelera y el olvido, dejando constancia, eso sí, de su presentación,
para que figure en el debido lugar en el repertorio de barbaridades que jalonan
la historia urbanística de Cuenca.
Para resolver el eterno, quizá
insoluble problema de acceder al casco antiguo de Cuenca, a esa mente
malpensante no se le ha ocurrido mejor idea que organizar un ascensor, adosado
a uno de los pilares del puente de San Pablo y ya está, como si tal cosa, el
autor de la barbarie estética y funcional se queda tan tranquilo y los demás reciben
el propósito. A lo mejor incluso alguno aplaudió. Me contengo para que no salga
de la pluma electrónica ningún insulto y dejo aquí la nota.
Verdaderamente, uno no gana para
sustos y si es habitante de Cuenca debe estar siempre presente a recibir alguno
en cualquier momento. Luego hablan de los atentados con bombas y metralletas.
No hace falta llegar a esos extremos. También hay otra forma de cometerlos. O
de intentarlo al menos.
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