miércoles, 28 de diciembre de 2016

PREMIO PARA TORNER


            La lotería va por barrios, según el dicho popular y a Gustavo Torner (Cuenca, 1925) le ha tocado cuando quizá ya no esperaba el premio, entre otros motivos (otro quizá) porque tiene ya en su biografía tantos galardones que uno más, a estas alturas, ni le hacía falta ni lo esperaba. Pero también es cierto que a nadie le amarga un dulce y el premio nacional de Arte Gráfico que concede cada año la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando ha venido a ser este año para quien es (y ahora ya no hace falta decir el tópico quizá) el más importante y reconocido de los artistas nacidos en Cuenca.
            Es oportuno el premio sobre todo porque pone de relieve una de las facetas menos conocidas de Gustavo Torner, a quien se le puede encuadrar en múltiples sectores de la creación artística, desde la pintura y la escultura al interiorismo o la escenografía para montajes dramáticos y operísticos, pero justamente ese otro que ahora se pone de relieve permanecía como en un segundo y olvidado plano, olvidándose así que él había sido uno de los pioneros en aplicar en España estas renovadoras técnicas. Por eso el jurado acierta claramente al decir que se le da el premio.  "porque desde el inicio de su obra ha concedido una importancia excepcional al dibujo y a la expresión gráfica, incluyendo una temprana utilización de la fotografía y ‘nuevas y profundas experiencias' en las técnicas gráficas". También por "su definitiva aportación a la consideración de la naturaleza y su representación abstracta como síntesis de la búsqueda del conocimiento a través del arte".
            Aparte la realidad de todo lo dicho en esos párrafos, hay que señalar también la oportunidad de la fecha elegida, este 2016 al que tanto bombo y platillo se le ha dado (aunque parece que han sido más el ruido que las nueces), marcado por el cincuentenario de la apertura del Museo de Arte Abstracto, cuya existencia tanto debe a Gustavo Torner y es conveniente que en esta su ciudad natal, poblada en abundancia por gente olvidadiza, se diga una y otra vez. Dicho queda.


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