jueves, 15 de diciembre de 2016

TOLERANCIA Y BOICOT

         
            El otro día (el domingo) en la última página de El País, Elvira Lindo entrevistaba a Pedro Almodóvar; a pesar de que esas conversaciones esquemáticas que ahora se acostumbran a dar en los periódicos suelen carecer de chispa y más aún de contenido, esta tenía un punto de interés, repartido a medias entre la inteligencia de la entrevistadora y la habilidad del entrevistado para decir algo que pudiera merecer la pena y no las habituales tonterías que se suelen deslizar en esas conversaciones de papel. Que es, justo, lo que le pasó a Fernando Trueba, por bocazas.
            Dice Almodóvar que “España era mucho más tolerante en los ochenta”. Lo suscribo. Yo trabajaba en un periódico, en una emisora y en una agencia de información, y así eran las cosas. Está feo, está mal visto (los de Podemos no lo permiten en manera alguna) decir algo positivo de aquellos denostados años, pero las cosas eran así, le pesen a quien le pesen. El país que salía de la dictadura y vivía la transición era mucho más tolerante que el de ahora, sujeto a toda clase de manejos inquisitoriales que suelen conducir a la misma conclusión: prohibir. Hay que prohibir tal o cual cosa, la que disgusta a los severos inquisidores que vigilan costumbres, actitudes y, lo que es más sorprendente, opiniones.
            Veamos, si no, con qué velocidad y entusiasmo corren por eso que llaman las redes sociales los vituperios contra Fernando Trueba por haber dicho una sandez sobre España, los españoles y el nacionalismo. El problema de las entrevistas que ahora se publican es que son (ya lo dije antes) esquemáticas y se reducen a un titular llamativo, extraído de la conversación, venga o no a cuento. Se trata de buscar una frase rompedora, impactante y como los entrevistados se ven necesitados de ser ingeniosos y ocurrentes, siempre se les escapa una majadería que viene bien al entrevistador para con ella hacer el titular. Así le luce el pelo al pobre Trueba al que no hacía falta boicotear su película La reina de España. Bastaba con dejarla correr, verla y salir espantado de la sala, mediante la aplicación de un dicho bien conocido y que también es aplicable a Trueba y a su película, desde luego, pero también a otros muchos: contra Franco se rodaba mejor, se hacían mejores películas, había más chispa y más de todo. A La reina de España no hace falta boicotearla: se hunde ella sola, por sus propias carencias. A pesar de Penélope Cruz, que sí se lo tomó en serio. El conjunto, una pena.


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