lunes, 27 de noviembre de 2017

LA PIEL DE LA TIERRA, SEGÚN GUSTAVO TORNER



Casi del fondo de las sombras, o de los recuerdos más asentados en el olvido, Gustavo Torner (Cuenca, 1925) recupera ahora una colección de fotografías realizadas más de medio siglo atrás, cuando para él salir a la calle, a la naturaleza, llevando en las manos una cámara fotográfica, formaba parte de su misma esencia personal. Podría decirse, y algunos sin duda lo pensarán, que esa figura de un Torner fotógrafo era algo inimaginable. No lo pensamos así quienes, en su propio estudio, hemos podido ver la impresionante colección de cajas en las que cuidadosamente archivados y ordenados, reposan fotografías y diapositivas. Y tampoco lo podemos pensar quienes sabemos que hubo una época, cuando se preparaban documentos vinculads a planificaciones del casco antiguo de Cuenca que él mismo, en solitario, con su cámara, fotografió uno detrás de otro absolutamente todos los inmuebles del espacio arquitectónico al que llamados así, casco antiguo o casco histórico de esta ciudad.
Para su comparencia, insólita quizá, inesperada también, en esta singular exposición que ahora (y hasta el próximo 28 de enero) puede verse en la recuperada Casa Zavala, el propio artista ha elegido una serie de imágenes dedicada a la tierra, a la naturaleza. Con ojos de artista, más aún, con la mirada de un artista que entonces se encontraba en los albores del descubrimiento del arte abstracto, Torner se acerca a los elementos de la naturaleza, las rocas, los árboles, la atmósfera misma que los rodea y usando no solo los mecanismos sofisticados de unos objetivos de extrema sensibilidad sino sobre todo su mirada inquisitiva, que va más allá de la epidermis de los objetos, penetra en la esencia misma para descubrir lo que seguramente no podría captar el ojo apresurado de un espectador cualquiera.
Uno se puede imaginar al artista situado ante estos elementos, la cámara en las manos, la mirada tensa, el ojo atento para delimitar el contorno de la figura deseada, con un objetivo 6x6 o 9x9, con el que captar en blanco y negro, un fragmento mínimo del objeto enfocado, unos centímetros de roca, del tronco de un árbol (sorprendente y expresivo ese Álamo con inscripciones) , seres presuntamente inanimados, pero que en la visión de Gustavo Torner se transforman en elementos dotados de una mágica expresividad, con carácter propio.
Se entiende perfectamente que el inicialmente artista figurativo, al hilo de estas visiones cosmogónicas, diera el paso hacia la abstracción, que está ya latente en esas fotografía, sabiamente tituladas La piel de la tierra que, entre otras muchas cosas, sirven para poner de relieve la maravillosa vitalidad de este creador singular.



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