viernes, 13 de abril de 2018

LAS SORPRESAS DE JULITA (07-01-2018)




Si alguien no lo ha leído, porque ha pasado de largo por esa página o porque no es habitual lector de El País, recomiendo sinceramente el artículo que firma Elvira Lindo en la página 25 del número de este último domingo, “Lo que Julita nos enseña”, dedicado a descifrar de una forma verdaderamente atractiva el carácter y la forma de ser de uno de los personajes más extraordinarios que nos ha dado el cine español en los últimos tiempos. No es una absoluta novedad este recurso, el que emplea el director Gustavo Salmerón, tomando como protagonista a su propia madre. Lo hizo Paco León con la suya y Daniel Monzón con su abuela, pero desde luego que ninguno de esos ejemplos (y otros parecidos, que los hay) se acerca ni de lejos al prodigioso ejercicio de dirección y de interpretación que se puede encontrar en Muchos hijos, un mono y un castillo, que pudo verse en la última Semana de Cine de Cuenca, donde no se supo muy bien qué valorar más (entre la sorpresa general), si la dinámica realización, el sorprendente mundo interior y familiar desvelado, la inconmensurable capacidad para la crítica y la sátira o, desde luego, la forma de actuar de esta inesperada actriz, que ha saltado espectacularmente desde el anonimato a la fama.
Julita Salmerón nació en Cuenca y en la actualidad vive en Madrid, con su familia, pero como no hace mucho le dijo su hijo Gustavo a Paco Auñón para la cadena Ser, “mi madre siempre vuelve cada año a Cuenca por Navidad para cruzar el puente de San Pablo y contemplar, desde el Parador, la hoz del Huécar y las Casas Colgadas. Para ella la ciudad antigua es como un belén”.
Cuenca está muy presente en la película, aunque no se la mencione de manera expresa cada dos por tres y ello nos permite apropiarnos de un film como éste, nominado al Goya como mejor documental, a falta de que los escenarios conquenses se conviertan alguna vez en materia de película, algo que siempre y en tantos sitios se dice pero raramente sucede.
Julita Salmerón es, como escribe Elvira Lindo, “una persona real, pero también un personajazo que se sale de la norma y por eso nos reconforta”. Uno más, sin duda, de los cientos de personajes anónimos perdidos entre pueblos y ciudades, a la espera de que aparezca un guionista o un director, sea hijo o vecino de al lado, capaz de encontrar en ellos el incontenible caudal de sabiduría y emociones que con toda probabilidad atesoran.


No hay comentarios:

Publicar un comentario