Encuentro,
al azar, un lejano comentario, con origen en la triunfal Toledo, en la época
aquella en que desde allí, a la sombra de Fuensalida, se generaban noticias,
muchas noticias como ésta que voy a comentar, llamadas a ilusionar al pueblo
fiel con una perspectiva de futuro que debería situarnos en el mejor de los
mundos posibles, a la par -así se decía- que las comunidades más desarrolladas
y felices que existir pudiera. La noticia, voy ya al grano, hablaba de los
preparativos de la consejería de Educación y Cultura para poner en marcha la
Filmoteca Regional, ese gran agente generador de cultura cinematográfica, a la
vez que archivo visual de todo lo que fuera posible almacenar. Corría el año
1987 y todo pintaba de color amablemente rosáceo, abanicándonos con el suave
aroma de unos proyectos sin fin. Por allí, en ese entorno, pululaban también la
Compañía Regional de Teatro y la Orquesta Sinfónica regional. Pues todo,
entonces, parecía posible. Si esas cosas estaban ya en Euskadi y en Cataluña,
cosa normal y asumible, pero también en Castilla y León, en Valencia, en
Galicia, y otros sitios más las estaban preparando, ¿por qué no también aquí?
Los sueños, como dice Calderón, sueños son, pero mientras duran producen
sensaciones placenteras, si son agradables. Luego, el despertar, ya es otra
cosa y al cabo del tiempo, se olvidan.
En esas cosas pienso mientras me uno a la despedida a Amparo Soler Leal y recuerdo imágenes suyas, como esta, en El crimen de Cuenca, aquella excepcional película de Pilar Miró que debería ocupar un lugar prioritario en esa hipotética Filmoteca de Castilla-La Mancha si alguna vez se hiciera, o de Cuenca solo, que es aún más difícil que la otra. Al fin y al cabo, son meditaciones tontas de un melancólico día otoñal.
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