Este sábado, día 19, durante toda la jornada (o sea,
hasta las cinco de la tarde, en que cierran las puertas), la Catedral de Cuenca
podrá ser visitada al precio (simbólico, dicen) de un euro por cabeza de
visitante. Se trata de celebrar el Día de la Catedral, jornada que se pretende
realizar cada año a estas alturas iniciales del otoño. Varias son las
actividades que el cabildo catedralicio ha preparado, por la mañana en forma de
conferencias monográficas sobre distintos aspectos del edificio y por la noche,
un concierto con los dos órganos a cargo de Gustav Auzinger y Luca Scandelli.
Dicen los promotores de la idea –que me parece muy
positiva, y así lo comento aquí- que la finalidad de esta jornada especial es
divulgar entre los ciudadanos una de las joyas del patrimonio conquense y
agradecer las ayudas públicas que desde las instituciones ha recibido el templo
y también las privadas. Entre las primeras hay que destacar la que
recientemente ha destinado el Consorcio Ciudad de Cuenca y está permitiendo una
intervención en la emblemática Capilla del Espíritu Santo mientras que entre las
aportaciones privadas, cabe mencionar la restauración de los arcosolios de la
Capilla de los Caballeros, que se está llevando a cabo gracias a la Fundación
Caja Rural de Cuenca-Globalcaja. Y hay también en la nota oficial recuerdos
agradecidos para intervenciones anteriores.
No estoy muy seguro de que un alto número de ciudadanos
conquenses, adultos y jóvenes, sepan muy bien cómo es y qué tiene la catedral
de Cuenca, pero también podría ocurrir lo contrario y quizá la mayoría sí está
al tanto. Lo deseo fervientemente, del mismo modo que tengo conciencia clara de
que otros muchos elementos monumentales y artísticos de la provincia se
encuentran inmersos en la más deplorable de las ignorancias.
Del repertorio de actividades para este sábado hay un
pequeño detalle que me ha llamado la atención. Una de las conferencias, la
primera del breve ciclo, estará dedicada a realizar una visita guiada sobre El arco de Ramírez de Fuenleal, obra de Étienne
Jamet. El lector poco advertido podrá pensar que se trata de un reciente
descubrimiento que viene a unirse a otras joyas bien identificadas. No es eso.
La autora de la conferencia, Laura María Palacios Méndez, historiadora del
arte, persona culta y bien preparada, realmente experta en el asunto que lleva
entre manos, ha tenido la humorada (no se si decir pedantería intelectual) de
rebautizar así al que todos conocemos como Arco de Jamete. Claro que Jamete era
francés, claro que se llamaba realmente Étienne, pero hay una serie de
conocimientos y evidencias asentadas por el uso del tiempo, con fuerza
suficiente para alcanzar categoría de solidez científica sin necesidad de poner
las cosas manga por hombro. Déjennos llamar Esteban Jamete al bueno de Étienne
y Arco de Jamete al que desde tiempo inmemorial viene llamándose así y pongan
un poco de freno a tantas ansias de introducir modernidades y renovaciones con
forzado calzador.
Pero, de todos modos, vayan el sábado, y el domingo y
cualquier otro día de la semana y del año, a visitar la catedral y admirar el
Arco, como quiera que se llame.
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