miércoles, 12 de junio de 2013

LA CLASE MEDIA ESCRITORA


 
     Como viene sucediendo cada año de los últimos, me pregunto cual es el papel que corresponde a los escritores en una Feria del Libro, la de Cuenca. Antiguamente, esa pregunta no tendría sentido: el escritor era el centro de la Feria, el punto principal de atención popular, el imán que atraía con su sola presencia el interés de los lectores que hasta él acudían con un ejemplar en las manos, para conseguir la firma personal con una afectuosa dedicatoria y así conseguir elevar el valor intrínseco de la obra. En las actuales condiciones, acudir a una Feria desangelada y vacía a firmar libros se convierte en un ejercicio de masoquismo intelectual, como el que de manera muy gráfica dibujaba no mucho después el escritor Vicente Verdú, refiriéndose en ese caso a la Feria del Libro de Madrid, pero con clara aplicación a cualquier otra, al comentar cómo el autor en cuestión, bolígrafo en mano, se acerca a la caseta que tiene señalada para esperar que ante ella se formen largas colas de lectores expectantes por conseguir su firma en el volumen que previamente han adquirido. Pero “de hecho, no hay visión más deprimente que aquella del autor que, al final de la jornada, cuenta con solo dos o tres que pidieron su firma”, situación que se convierte en trágica cuando constata que esos pocos, además, eran familiares o amigos. Y observa Verdú: “El oficio de escritor ha ido haciéndose, a imagen y semejanza de la sociedad, un gran negocio para muchos y una ruina para casi todos los demás. Incluso la clase media escritora, como ocurre con la clase media en general, se ha encogido demasiado y si antes muchos se conformaban con firmar una docena de ejemplares ahora no pueden siquiera aspirar a que esto llegue” pues, como ocurre en la vida real controlada por la economía, los ricos son cada vez más ricos y los pobres se alejan más aún de aquellos y, así, el libro es un reflejo de la realidad: el 2% de los ricos acaparan el 80% de la riqueza. Como en la vida misma. Y la engañosa visión que ofrecen los medios, lanzándose como voraces exprimidores de noticias sobre el último título de moda a cuya adquisición acuden miles de presurosos compradores oculta la realidad de que esa no es la punta del iceberg sino solo la imagen distorsionada de una sociedad cada vez más diferenciada. Tras esa punta en la que militan unos pocos está el resto, la masa amorfa, la clase media que ni siquiera en la Feria del Libro de cada sitio consigue ya encontrar un poco de afecto popular.