miércoles, 28 de diciembre de 2016

UN MONUMENTO COLGADO


            Por lo visto y no leído, parece que la ciudad ha acogido con singular indiferencia el hecho, puramente administrativo, es cierto, de que su más característico edificio identificador, las Casas Colgadas, haya sido bendecido con la declaración de Bien de Interés Cultural, equivalente a la antigua y más pomposa de monumento nacional que estuvo vigente hasta que la entidad autonómica decidió cambiar la nomenclatura.
            Llámese como se quiera llamar, el hecho es que las Casas Colgadas de Cuenca son ya un edificio monumental. El concepto contradice un poco con lo que habitualmente se entiende por tal, catedrales, iglesias de recia textura arquitectónica, palacios de aparente fisonomía y cosas por el estilo. Nada que ver con nuestros entrañables edificios volados sobre el vacío de la hoz del Huécar, el mínimo caudal fluvial que corre a sus pies, hacia el que se asoman los voladizos inventados por Fernando Alcántara, con ínfulas orientales, que vinieron a sustituir a las modestas estructuras de elaboración artesanal, que a fase de madera formaron aquella original disposición con orígenes dudosos en tiempos medievales y ciertos en los siglos renacentistas.
            Quienes gustan de ver el vaso medio vacío dirán que a buenas horas y es verdad que los gestores culturales de la administración regional han tardado más tiempo del debido en dar su bendición administrativa a las Casas Colgadas. Por otro lado, si tenemos en cuenta que toda la ciudad es Patrimonio de la Humanidad, incluidos todos los edificios que hay en el ámbito de la ciudad antigua, tampoco se entiende muy bien que se otorgue una consideración de categoría inferior. Pero esto, claro, son suspicacias y ganas de hablar por no callar.
            En cualquier caso, la declaración llega cuando se acaba de introducir una valiosa remodelación en el espacio correspondiente al Museo de Arte Abstracto, mientras sigue cerrado el sector del mesón, en espera de que se defina su destino futuro.

            Como fui el autor del primer y durante décadas único libro que se había publicado sobre las Casas Colgadas (en 1979 fue aquello), por iniciativa de Fernando Zóbel, me considero un poco padre o protector de la criatura y por ello concluyo diciendo que está bien que le hayan otorgado este reconocimiento. Lo merece y es justo.

PREMIO PARA TORNER


            La lotería va por barrios, según el dicho popular y a Gustavo Torner (Cuenca, 1925) le ha tocado cuando quizá ya no esperaba el premio, entre otros motivos (otro quizá) porque tiene ya en su biografía tantos galardones que uno más, a estas alturas, ni le hacía falta ni lo esperaba. Pero también es cierto que a nadie le amarga un dulce y el premio nacional de Arte Gráfico que concede cada año la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando ha venido a ser este año para quien es (y ahora ya no hace falta decir el tópico quizá) el más importante y reconocido de los artistas nacidos en Cuenca.
            Es oportuno el premio sobre todo porque pone de relieve una de las facetas menos conocidas de Gustavo Torner, a quien se le puede encuadrar en múltiples sectores de la creación artística, desde la pintura y la escultura al interiorismo o la escenografía para montajes dramáticos y operísticos, pero justamente ese otro que ahora se pone de relieve permanecía como en un segundo y olvidado plano, olvidándose así que él había sido uno de los pioneros en aplicar en España estas renovadoras técnicas. Por eso el jurado acierta claramente al decir que se le da el premio.  "porque desde el inicio de su obra ha concedido una importancia excepcional al dibujo y a la expresión gráfica, incluyendo una temprana utilización de la fotografía y ‘nuevas y profundas experiencias' en las técnicas gráficas". También por "su definitiva aportación a la consideración de la naturaleza y su representación abstracta como síntesis de la búsqueda del conocimiento a través del arte".
            Aparte la realidad de todo lo dicho en esos párrafos, hay que señalar también la oportunidad de la fecha elegida, este 2016 al que tanto bombo y platillo se le ha dado (aunque parece que han sido más el ruido que las nueces), marcado por el cincuentenario de la apertura del Museo de Arte Abstracto, cuya existencia tanto debe a Gustavo Torner y es conveniente que en esta su ciudad natal, poblada en abundancia por gente olvidadiza, se diga una y otra vez. Dicho queda.


viernes, 23 de diciembre de 2016

HONORES A LOS DEPORTISTAS


Es muy estimulante saber que hay nada menos que 60 deportistas conquenses, pertenecientes a 27 modalidades deportivas, que han obtenido “grandes logros” en las competiciones en las que han participado este año a nivel nacional e internacional. Como me gusta estar bien informado y saber de todo un poco, me alegro muchísimo de enterarme de tal cosa, pues la desconocía hasta este momento. El Ayuntamiento de Cuenca sí que lo sabe y por eso el día 22 se celebró un acto multitudinario, presidido por el alcalde, como es natural, para premiar y rendir homenaje a los galardonados. En sus palabras, el señor Mariscal agradeció a tan nutrido número de miembros de la élite deportiva de “llevar con orgullo el nombre de Cuenca por todo el mundo”.
Quienes estamos en el ámbito de la cultural, en cualquiera de sus infinitas manifestaciones (artistas, escritores, músicos, artesanos, arquitectos, periodistas, cineastas, estudiosos en general) deberíamos sentirnos avergonzados. Hay 60 deportistas conquenses dignos de recibir un homenaje del Ayuntamiento de Cuenca y ni un solo activista de la Cultura trabaja lo suficiente para llevar el nombre de Cuenca por el mundo y ser objeto de un reconocimiento municipal.
Cualquiera, al leer estas líneas, dirá: “Qué envidioso”. Pues, sí, siento envidia, por qué no decirlo. Envidia, sobre todo, de los cientos de Ayuntamientos de España que suelen celebrar un día al año un acto especial de exaltación de la Cultura y de quienes la practican. Claro que esos Ayuntamientos y sus alcaldes y concejales  no se pasan el día gastando saliva en proclamar las grandezas de la Cultura y qué bien que seamos una ciudad cultural. Eso, la palabrería vana, queda para Cuenca. Las cuestiones prácticas, los hechos, los hacen los demás.



domingo, 18 de diciembre de 2016

UNA CENA MUY APETITOSA


            No se -nadie lo sabe nunca- qué recorrido puede esperar a la recién nacida criatura cinematográfica que Juanra Fernández ha puesto en las pantallas y que ya hemos podido ver un par de veces en Cuenca, la última durante la Semana de Cine. Merece que la suerte le acompañe porque se trata de un producto original, atractivo, bien elaborado, excelentemente realizado, con garra e interés y con una habilidad que a mí, personalmente, me ha sorprendido por la forma eficaz en que ha resuelto una dificultad considerable: la de mover a varios grupos, en total un reparto muy numeroso, formado por actores aficionados, sin ninguna preparación cinematográfica especial. Es cierto que algunos de ellos, miembros de la Escuela de Teatro, habían entrado ya en contacto con el mundo de la interpretación, pero el resultado es tan satisfactorio como sorprendente. Como también lo es la capacidad de Juanra Fernández para mover esos grupos con la coherencia necesaria.
            A todos ellos me los encontré hace tiempo, rodando por las calles próximas a la Plaza Mayor, cuando la película aún se llamaba La última cena, título provisional sustituido por el definitivo La cena, a secas, que recrea una ficticia estancia de Napoleón en nuestra ciudad, donde estaba previsto que cenara, ocasión magnífica que algunos audaces pensaban aprovechar para terminar con la vida del presuntuoso emperador de los franceses.
            No diré lo que pasa, por si acaso algún lector de estas líneas aún no conoce la película o su argumento. Es mejor que lo descubra. Pasará un buen rato, admirará la habilidad interpretativa de Pedro Pablo Morante y su disposición como tenor y disfrutará con los rincones urbanos de Cuenca y la solemnidad de las dependencias de la Diputación provincial.
            No es fácil el mundo del cortometraje en el cine español. Lo que quiere decir que no va a ser fácil la vida de La cena, pero si algo puede compensar el posible desapego de los canales de distribución es la seguridad de que el director, Juanra Fernández, ha hecho un buen trabajo, concretado en una muy digna pequeña película.



A RIESGO Y VENTURA


            Hay una fórmula antigua, que se usaba en tiempos pasados, cuando alguna institución pública otorgaba concesiones para explotar un servicio. Entonces se decía que la concesión en cuestión se hacía “a riesgo y ventura” del adjudicatario que, de esa forma, asumía los resultados de lo que iba a gestionar. Si las cosas le iban bien y ganaba dinero, mejor para él; si le iban mal y lo perdía, allá también él: se quedaba sin negocio.
            De esa realidad se han olvidado los modernos responsables de la cosa pública, porque cuando se produce un suceso como el de la quiebra de las autopistas de peaje se da por hecho y se asume, sin ningún problema ni discusión, que el Estado (o sea, nosotros, todos nosotros) tiene que rescatar con dinero público a los concesionarios que, cuando las consiguieron, se las prometían muy felices, convencidos de ganar dinero a espuertas pero, como en el cuento de la lechera, ser ruinosas.
            Ahora, tímidamente, alguien apunta a la posibilidad de exigir responsabilidades, porque quienes promovieron aquellas actuaciones tienen nombre y apellidos, empezando por los políticos, pasado por los economistas que hicieron informes de viabilidad y terminando por los técnicos que diseñaron el invento. No es cuestión de enviar nadie a la cárcel (ya hay bastantes) aunque muchos más se lo merecen, pero por curiosidad a mí me gustaría saber quien fue el imbécil o necio que vio como la cosa más razonable del mundo hacer una autopista de peaje entre Ocaña y La Roda, que pasa parcialmente por el sur de la provincia de Cuenca. Y que es, como sabe todo el mundo, una de las autopistas que menos pasajeros ha conocido durante su existencia, porque solo los despistados o mal informados cometieron el error de meterse en ella. Ahora nos cuesta unos cuantos cientos de millones de euros y todos tan tranquilos.
            Qué país.


jueves, 15 de diciembre de 2016

TOLERANCIA Y BOICOT

         
            El otro día (el domingo) en la última página de El País, Elvira Lindo entrevistaba a Pedro Almodóvar; a pesar de que esas conversaciones esquemáticas que ahora se acostumbran a dar en los periódicos suelen carecer de chispa y más aún de contenido, esta tenía un punto de interés, repartido a medias entre la inteligencia de la entrevistadora y la habilidad del entrevistado para decir algo que pudiera merecer la pena y no las habituales tonterías que se suelen deslizar en esas conversaciones de papel. Que es, justo, lo que le pasó a Fernando Trueba, por bocazas.
            Dice Almodóvar que “España era mucho más tolerante en los ochenta”. Lo suscribo. Yo trabajaba en un periódico, en una emisora y en una agencia de información, y así eran las cosas. Está feo, está mal visto (los de Podemos no lo permiten en manera alguna) decir algo positivo de aquellos denostados años, pero las cosas eran así, le pesen a quien le pesen. El país que salía de la dictadura y vivía la transición era mucho más tolerante que el de ahora, sujeto a toda clase de manejos inquisitoriales que suelen conducir a la misma conclusión: prohibir. Hay que prohibir tal o cual cosa, la que disgusta a los severos inquisidores que vigilan costumbres, actitudes y, lo que es más sorprendente, opiniones.
            Veamos, si no, con qué velocidad y entusiasmo corren por eso que llaman las redes sociales los vituperios contra Fernando Trueba por haber dicho una sandez sobre España, los españoles y el nacionalismo. El problema de las entrevistas que ahora se publican es que son (ya lo dije antes) esquemáticas y se reducen a un titular llamativo, extraído de la conversación, venga o no a cuento. Se trata de buscar una frase rompedora, impactante y como los entrevistados se ven necesitados de ser ingeniosos y ocurrentes, siempre se les escapa una majadería que viene bien al entrevistador para con ella hacer el titular. Así le luce el pelo al pobre Trueba al que no hacía falta boicotear su película La reina de España. Bastaba con dejarla correr, verla y salir espantado de la sala, mediante la aplicación de un dicho bien conocido y que también es aplicable a Trueba y a su película, desde luego, pero también a otros muchos: contra Franco se rodaba mejor, se hacían mejores películas, había más chispa y más de todo. A La reina de España no hace falta boicotearla: se hunde ella sola, por sus propias carencias. A pesar de Penélope Cruz, que sí se lo tomó en serio. El conjunto, una pena.


miércoles, 14 de diciembre de 2016

PEDRO CERRILLO Y LOS LECTORES



Hace un par de meses, Pedro Cerrillo puso en la calle, o sea, en las librerías (aunque en ninguna de las pocas que hay en Cuenca lo he visto) un nuevo título de cuyo contenido solo tengo por ahora las referencias indirectas que me han llegado, pero como el tema que trata me parece extraordinariamente sugestivo, y más para un blog como este en el que, dentro de un amplio espectro temático, se da prioridad a cuanto tiene que ver con la escritura y la lectura, creo que conviene decir ya algo, como aviso a navegantes despistados, que suelen abundar por aquí en estos tiempos que corren, sobre todo si tenemos en cuenta que de las páginas de los dos semanarios locales se ha borrado prácticamente casi todo lo que tiene que ver con la cultura.
            Habla Pedro Cerrillo del lector, considerado como sujeto pensante y atento. No es lo mismo oír que escuchar y no es tampoco lo mismo pasar la vista sobre textos impresos que aprehender lo que en ellos se dice. Un lector, a secas, sin más, no es un lector literario y a éste último, a cuidarlo, formarlo y ofrecerle mecanismos adecuados, se dirige el texto, tal y como él mismo lo explica y yo aquí reproduzco, según sus palabras en la presentación que tuvo lugar en la sede del Fondo de Cultura Económica, editorial en la que el libro ha sido publicado.
“Ser lector no es solo saber leer, es decir, conocer los mecanismos que unen las letras en sílabas, estas en palabras, y las palabras en oraciones. Con todo eso sabremos leer, pero no seremos lectores: las personas se convierten en lectores cuando son capaces de descifrar un texto escrito asociándolo a las experiencias y vivencias propias. La clave para lograrlo está en el conjunto de la sociedad, que en los momentos que vivimos es una sociedad que, con frecuencia, alienta la facilidad, la superficialidad y un malentendido pragmatismo, despreciando la dificultad, el esfuerzo o el saber.
El aprendizaje lector se limita en demasiadas ocasiones a la adquisición de esos mecanismos nombrados que conducen al dominio mecánico del código escrito. La enseñanza de la lectura debiera ser la enseñanza de la lectura comprensiva, de modo que, tras ese aprendizaje, el lector pudiera desarrollar su competencia lectora. Las personas necesitamos saber descifrar el código por medio del que se nos transmiten instrucciones y mensaje de variado tipo, pero –como dice Alberto Manguel– “leer tiene también un significado más complejo […] es el arte de dar vida a la página, de establecer con un texto una relación amorosa en la cual experiencia íntima y palabra ajena, vocabulario propio y experiencia de otro, convergen y se entremezclan […].

Esa es la esencia del lector literario, de ese lector que da título a este libro. Un lector competente que, cuando elige un libro, no se deja llevar por la publicidad o la información no contrastada, un lector que lee habitualmente, que tiene sus propios gustos y opiniones, que comparte sus experiencias lectoras con otras personas (comenta, sugiere, reflexiona), sabiendo que todos los libros no les gustan a todos”.

COORDINAR A LOS DESCOORDINADOS


Miro mi agenda (que la tengo) y encuentro para esta tarde, a horas parecidas, entre las 6 y las 8, cinco citas a las que me gustaría acudir, cuatro eventos culturales de distinta estructura: una conferencia, un concierto, una mesa redonda, una película, una exposición. Hago cuentas y, a lo mejor, saliendo de un sitio antes de terminar y llegando tarde a otro, aún podría hacer acto de presencia en dos de ellos, o sea, ni a la mitad de la oferta. No quiero ni pensar que pueda haber algún otro escondido por ahí, del que no me ha llegado noticia por deficiencias en la comunicación o, sencillamente, porque no lo han publicitado debidamente, pero en estos casos siempre cabe la posibilidad de que un rato antes de la hora prevista, el promotor o impulsor me llame personalmente para conseguir mi presencia.
Eso es así y así son las cosas en esta ciudad mínima y poco relevante en el coro nacional del espectáculo cultural, en donde un saco de grupúsculos de diversa consideración compite por encontrar huecos, de espacio y de tiempo. Los perjudicados, que son mayoría, llevan temporadas clamando por una cosa indeterminada y etérea a la que se llama coordinación. Ciertamente, nadie sabe muy bien en qué consiste eso ni en cómo podría hacerse, porque lo verdadero es que, a la hora de la verdad, cada uno hace de su capa un sayo y que los demás se arreglen como puedan.
Como este problema existía ya en la prehistoria de la actividad cultural de Cuenca, cuando yo era Jefe del Servicio de Cultura en el Ayuntamiento decidí coger el toro por los cuernos y puse en marcha una sencilla publicación mensual a la que titulé “Guía Municipal del Ocio y de la Cultura”, en la que intentamos llevar a la práctica ese viejo propósito de la coordinación por el mecanismo de informar públicamente de todo lo que se hacía en la ciudad y así nadie se llamaba a engaño si de buenas a primeras decidía introducir su propia cuña y se encontraba con que ese hueco ya estaba ocupado por otro más previsor a la hora de organizar. El invento duró tres años y el diseño cambió un par de veces para acomodarse a las modas. Luego, como todo lo que toca la mano del oficialismo político, cambió el signo y la idea fue eliminada para sustituirla por otra mejor que, naturalmente, nunca pasó de la palabrería a los hechos.
Lo recuerdo aquí y ahora, por si alguien tiene ganas de resucitar este proyecto. U otro parecido.

lunes, 5 de diciembre de 2016

LA FEROZ CENSURA LOCAL



            Sigue abierta, una semana más, hasta el día 9 de este mes, la excelente e ilustradora exposición que en el Centro Cultural Aguirre se ha dedicado al director Juan Antonio Bardem y a su emblemática película Calle Mayor. De ello ya se ha hablado suficiente, también aquí, y no es cosa de insistir, sino de señalar un aspecto concreto, un lugar muy notable dentro del conjunto. Es una vitrina situada en medio de la sala, la primera según se entra a la exposición. En ella hay una serie de documentos, informes emitidos por el conspicuo censor local. Porque en España había una censura, la total, por la que pasaba todo lo que se hacía en este país, periódicos, libros, revistas, obras de teatro, películas, cualquier cosa susceptible de contaminar a los españolitos, tan puros, tan limpios de corazón e ideas que no podían recibir ningún influjo malsano del exterior.
            Pero además, y este es un aspecto que yo creo no se ha estudiado mucho (porque de la censura se han escrito artículos y volúmenes enteros) y es que además del concienzudo trabajo realizado por los censores, bien retribuidos por la autoridad, había otra que se aplicaba en cada localidad, en forma de opinión emitida por el funcionario de turno.
            En Cuenca lo hacía el delegado provincial de Información y Turismo, cuyo nombre es bien conocido y encima, como premio a su trabajo represor, tiene adjudicada una calle céntrica de la ciudad, en la que campea la placa con su nombre.
            El documento referido al juicio que le mereció la proyección en Cuenca de Calle Mayor es, sencillamente, repulsivo. No diré más. Quien tenga curiosidad, que acuda a leerlo. Y luego, que opine por sí mismo.


domingo, 4 de diciembre de 2016

ALBORNOZ VUELVE A SER CONQUENSE


Hace algunos meses publiqué aquí una nota-comentario sobre la curiosa actitud de Wikipedia que en su biografía del cardenal Albornoz le hacía nacido en Carrascosa del Campo, atribución que yo intenté corregir informando a la famosa y popular enciclopedia de su error y pidiéndole el necesario cambio en el texto, a lo que se negaron de manera firme, convencidos de que ellos tenían razón, por más que les aporté suficientes referencias bibliográficas para demostrar lo contrario. Terminé aquella relación con Wikipedia de manera un tanto airada. Ahora, el escritor albaceteño Amador Palacios, correspondiente en la capital manchega de la Real Academia de Artes y Letras, lo ha intentado también, con mejor suerte, pues ha conseguido convencer a quienes conmigo fueron duros de mollera y ya en la enciclopedia on-line las cosas son como debían haber sido siempre: han devuelto la paternidad del cardenal Gil de Albornoz a la ciudad de Cuenca. Albricias.
Ya que hablo de Amador Palacios y del cardenal conquense, recomiendo calurosamente la lectura de un bello texto publicado por él en el ABC Cultural, el 23 de noviembre pasado, en el que traza un recorrido sentimental por las calles de Bolonia, la ciudad que Albornoz eligió para implantar en ella el célebre Colegio Real de España o de San Clemente de los Españoles, el más antiguo colegio mayor de Europa, aún en funcionamiento, del que incluyo aquí una bonita imagen. De aquel artículo extraigo un fragmento muy ilustrativo:
“Bolonia es un bello conglomerado de hermosos edificios y atractivas perspectivas urbanas. El ambiente universitario es su más consistente emblema. La pueblan incontables y vistosos pórticos. El más largo del mundo, con casi cuatro kilómetros de extensión y 666 arcos, parte de la Puerta de Zaragoza y asciende al Santuario de la Madonna di San Luca. El turista puede disfrutar unos días gozando de los monumentos, de los parques, del café Terzi, del trazado de un conjunto idóneo, ni grande ni chico, de unos 400.000 habitantes. Como en toda Italia, uno se puede hartar de pasta. La trattoria O Sole Mio, en Via Castiglione, céntrica mas discretamente alejada del bullicio, es muy recomendable. Una buena señal es que allí acuden genuinos boloñeses que ¡no piden pasta! Yo pude contemplar, pues viajé antes del 13 de noviembre, una muy seductora exposición en el MAMbo (Museo d’Arte Moderna di Bologna) en torno a la figura del recientemente desaparecido David Bowie: «David Bowie Is»”.
Bolonia debería estar, con toda razón y justicia, hermanada con Cuenca porque el lazo que une a ambas ciudades es tan firme como indiscutible pero claro, el Ayuntamiento de Cuenca no está por relaciones tan exquisitas. Es mejor hermanarse de la forma que se ha hecho últimamente.
Qué cosas pasan en esta ciudad…


sábado, 3 de diciembre de 2016

CUENCA VISTA POR SAURA

             

                                                   

           En los últimos años, Carlos Saura viene mostrando una considerable vitalidad creadora y no solo en el que parece su terreno natural, el cine, sino también en la fotografía, su primera dedicación a la que nunca ha renunciado. Una fotografía que tiene mucho que ver con el reporterismo, porque el artista no busca estrictamente imágenes “bellas”, preciosistas, sino las que puede aprehender de la realidad más cercana. Ese trabajo se ha podido ver en las galerías de “La Cárcel. Centro de Creación”, en Segocia, dentro de la sección oficial de PhotoEspaña, mediante la exhibición de 92 fotografías realizadas en los años 50, cuando prácticamente en solitaria, acompañado de un coche y una cámara, se lanzó a recorrer la península para retratar en blanco y negro la realidad de un país que empezaba a salir de la dura posguerra. Para entonces, cuando solo tenía 19 años, ya había ofrecido su primera exposición en la Real Sociedad Fotográfica de España, en Madrid.
            Además, como un sutil complemento de esa exposición, hay también un libro circulando por los anaqueles: España, años 50, se titula y es fácil adivinar que su temática es similar a la de la exposición. Este país, estos campos y ciudades, con una muy notable presencia de imágenes tomadas en Cuenca, que en aquellos años era habitual territorio por el que trotaba el joven Saura con su cámara. Acerca de este libro dice Blanca Cia en El País:
“Pueblos pobres, caminos polvorientos, personas sobre burros cargados de botijos, hombres con pañoleta en la cabeza, mujeres de negro rigurosamente tapadas, niños que piden por la calle, rostros que reflejan desesperación y miseria. Son las imágenes que Saura captó en Sanabria -un pueblo al que no había llegado la luz-, Cuenca, campos y pueblos de Castilla, Andalucía y algunas calles de Madrid. Enfoques y retratos que resultan familiares en lo que después fue su carrera cinematográfica. Así, algunos paisajes recuerdan a películas como La caza (1966) y los rostros de jóvenes retratados tienen un aire de los que salen en Los Golfos (1960). Siempre interesado en España y en los perdedores de la Guerra Civil: “Cosas y paisajes y todo en España ha cambiado mucho, pero no estoy tan seguro de que las personas lo hayan hecho. Somos un país bastante bárbaro, donde nadie quiere admitir que el otro tenga razón”. Eso es lo que dice Carlos Saura. Así nos vio y así nos retrató.


viernes, 2 de diciembre de 2016

TODOS UNIDOS CLAMAN LOS DESUNIDOS




            No es cosa nueva, sino de hace mucho, pero como en los últimos tiempos se han producido varias declaraciones orientadas en el mismo sentido, me parece momento oportuno para anotar aquí algunas palabras. Utilizaré para ello una de esas frases, sin señalar a quien la dijo, porque eso es indiferente: ya digo que hay bastantes similares, de contenido parecido. La frase en cuestión es: “Cuenca tiene grandes posibilidades pero falta definir productos viables en los que todo el mundo trabaje unido”.
            Veamos los tres elementos de esta declaración:
            1, Cuenca tiene grandes posibilidades.
            2, Falta definir productos viables.
            3, Todo el mundo debe trabajar unido.
            Cualquiera de nosotros, fieles lectores amigos o visitantes ocasionales de esta página, seguro que está de acuerdo con cada uno de estos tres segmentos de opinión. La primera es obvia, evidente. La ciudad, su estructura urbano-paisajística-monumental, la epidermis, el interior, lo que subyace y lo que se mueve, viene acumulando interesantes posibilidades, desde hace generaciones, que están ahí, vírgenes, intocadas, runruneando al compás de algunas caricias amistosas.
            ¿Y qué decir del segundo componente de la trilogía? Esa es la madre del cordero, como sabemos bien quienes, en alguna etapa de nuestras vidas, hemos estado en algún puesto de responsabilidad, intentando convencer (aún lo he hecho una vez más, no hace ni quince días) de que la ciudad no hace más que desperdiciar ocasiones por un suicida afán de desparramar ideas a diestro y siniestro, repartiendo migajas inversoras que no producen ningún beneficio, en vez de aplicar los esfuerzos a definir unos cuantos proyectos que deberían merecer todo el esfuerzo posible.
            Y claro que todo el mundo debe trabajar unido, algo imposible hasta ahora en esta ciudad, plagada de reinos de taifas culturales, grupitos o grupúsculos que se alimentan de ellos mismos, nada más. Quien pertenece a uno de esos grupos va a sus actividades pero no a las de los demás, para no quedar contaminados. Cada bando se retroalimenta de sus propios placeres, ignorando si hay otros en lugares distintos. Y eso es, también, lo que vienen haciendo quienes apelan a la unidad. Unidad, sí, todos unidos, pero bajo mi férula, que es la más valiosa y la que importa. ¿Los demás? Que se sumen. Así estaremos todos unidos.



jueves, 1 de diciembre de 2016

TURISMO, CINE Y CUENCA


            Corre por ahí una curiosa iniciativa, encaminada a celebrar en Cuenca, en el mes de febrero de 2017, un congreso destinado a fomentar el turismo de cine en la provincia conquense. Según las primeras (y confusas) noticias que se han ido filtrando por los gabinetes de prensa oficiales, detrás se encuentra, como impulsor o promotor, un británico residente en España (en Valencia, concretamente), Bob Yareham que, por ahora, bien él o alguno de sus colaboradores, van peregrinando por los despachos administrativos buscando apoyo y financiación. La Junta de Comunidades ya ha dicho que el proyecto le interesa, porque coincide con sus propios planes encaminados a fomentar el turismo cinematográfico en la región, con la intención de atraer a productores que estén dispuestos a invertir en localizaciones situadas en espacios geográficos o monumentales de la provincia. Y justamente ahí, al conocer esas declaraciones, es cuando uno empieza a quedar ligeramente desconcertado por no saber interpretar bien esos dos conceptos, cine y turismo, que aquí aparecen entrelazados como si fueran una misma cosa.
            Porque una cosa es un rodaje cinematográfico, sobre lo que no parece necesario insistir o dar explicaciones, ya que es algo al alcance del entendimiento de la mayoría. Desde ese punto de vista se trata, imagino, de facilitar que hasta aquí vengan equipos técnicos y artísticos, a partir de un guión ya escrito, con un director que encabezaría la troupe y un montón de gente dispuesta a rodar minutos y minutos, suficiente para luego sacar una película en la que, sigo especulando, el paisaje y los pueblos de Cuenca ocuparían un lugar destacado.
            Pero el turismo es otra cosa. Los turistas no viajan para hacer películas sino, en todo caso, para verlas, en festivales, semanas, ciclos o lo que quiera que los organizadores se inventen. Incluso hay actividades consistentes en hacer turismo por una ciudad o provincia, visitando lugares en que se rodaron escenas de películas.
            Convendría saber a qué se refieren los que hablan de estas cosas. Quizá lo sepa el promotor que va por ahí vendiendo la idea, el ya citado Bob Yareham (que es el señor de la foto), autor de un libro que parece importante, Movies made in Spain, en el que recoge un total de 720 películas de habla inglesa rodadas en territorio español y que relaciona no solo los lugares filmados, sino también dónde se alojaron o comieron los actores, qué monumentos aparecen en las películas y otros detalles similares.

            En cualquier caso, una idea más. El tiempo nos dirá si crece o se esfuma como tantas otras.