Sigue abierta, una semana más, hasta el día 9 de este
mes, la excelente e ilustradora exposición que en el Centro Cultural Aguirre se
ha dedicado al director Juan Antonio Bardem y a su emblemática película Calle Mayor. De ello ya se ha hablado suficiente,
también aquí, y no es cosa de insistir, sino de señalar un aspecto concreto, un
lugar muy notable dentro del conjunto. Es una vitrina situada en medio de la
sala, la primera según se entra a la exposición. En ella hay una serie de
documentos, informes emitidos por el conspicuo censor local. Porque en España
había una censura, la total, por la que pasaba todo lo que se hacía en este país,
periódicos, libros, revistas, obras de teatro, películas, cualquier cosa
susceptible de contaminar a los españolitos, tan puros, tan limpios de corazón
e ideas que no podían recibir ningún influjo malsano del exterior.
Pero además, y este es un aspecto que yo creo no se ha
estudiado mucho (porque de la censura se han escrito artículos y volúmenes
enteros) y es que además del concienzudo trabajo realizado por los censores,
bien retribuidos por la autoridad, había otra que se aplicaba en cada
localidad, en forma de opinión emitida por el funcionario de turno.
En Cuenca lo hacía el delegado provincial de Información
y Turismo, cuyo nombre es bien conocido y encima, como premio a su trabajo
represor, tiene adjudicada una calle céntrica de la ciudad, en la que campea la
placa con su nombre.
El documento referido al juicio que le mereció la
proyección en Cuenca de Calle Mayor es,
sencillamente, repulsivo. No diré más. Quien tenga curiosidad, que acuda a
leerlo. Y luego, que opine por sí mismo.
Nada, no encuentro por ningún sitio el nombre del delegado.
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