No es cosa nueva, sino de hace mucho, pero como en los
últimos tiempos se han producido varias declaraciones orientadas en el mismo
sentido, me parece momento oportuno para anotar aquí algunas palabras.
Utilizaré para ello una de esas frases, sin señalar a quien la dijo, porque eso
es indiferente: ya digo que hay bastantes similares, de contenido parecido. La
frase en cuestión es: “Cuenca
tiene grandes posibilidades pero falta definir productos viables en los que
todo el mundo trabaje unido”.
Veamos
los tres elementos de esta declaración:
1,
Cuenca tiene grandes posibilidades.
2,
Falta definir productos viables.
3,
Todo el mundo debe trabajar unido.
Cualquiera
de nosotros, fieles lectores amigos o visitantes ocasionales de esta página,
seguro que está de acuerdo con cada uno de estos tres segmentos de opinión. La
primera es obvia, evidente. La ciudad, su estructura
urbano-paisajística-monumental, la epidermis, el interior, lo que subyace y lo
que se mueve, viene acumulando interesantes posibilidades, desde hace
generaciones, que están ahí, vírgenes, intocadas, runruneando al compás de
algunas caricias amistosas.
¿Y
qué decir del segundo componente de la trilogía? Esa es la madre del cordero,
como sabemos bien quienes, en alguna etapa de nuestras vidas, hemos estado en
algún puesto de responsabilidad, intentando convencer (aún lo he hecho una vez
más, no hace ni quince días) de que la ciudad no hace más que desperdiciar
ocasiones por un suicida afán de desparramar ideas a diestro y siniestro,
repartiendo migajas inversoras que no producen ningún beneficio, en vez de
aplicar los esfuerzos a definir unos cuantos proyectos que deberían merecer
todo el esfuerzo posible.
Y
claro que todo el mundo debe trabajar unido, algo imposible hasta ahora en esta
ciudad, plagada de reinos de taifas culturales, grupitos o grupúsculos que se
alimentan de ellos mismos, nada más. Quien pertenece a uno de esos grupos va a
sus actividades pero no a las de los demás, para no quedar contaminados. Cada
bando se retroalimenta de sus propios placeres, ignorando si hay otros en
lugares distintos. Y eso es, también, lo que vienen haciendo quienes apelan a
la unidad. Unidad, sí, todos unidos, pero bajo mi férula, que es la más valiosa
y la que importa. ¿Los demás? Que se sumen. Así estaremos todos unidos.
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