martes, 30 de abril de 2013

UN GOBIERNO DESESPERANTE


      No lo digo yo, que al fin y al cabo no soy más que un número, un ciudadano explotado, maltratado, como el resto de los españoles (menos la minoría masoquista, encantada con que le aticen en un carrillo y en el otro, mañana, tarde y noche). No lo digo yo, eso de "Un gobierno desesperante". Lo escribió ayer, lunes, Federico Jiménez Losantos, que pertenece a la cuerda gubernamental y lleva años dedicando lindezas a estos muchachos. Si hasta él considera que el gobierno hace lo que no está haciendo, qué podemos pensar los demás. Incluso esta mañana en la dócil y adicta tertulia de Radio Castilla-La Mancha había alguna voz discrepante con la doctrina oficial, gente que piensa que ya está bien y que, en realidad, lo único que desea, lo único que espera, es que este gobierno impotente se mueva, haga algo, tome alguna decisión. Qué ironía tan terrible lo del viernes pasado, en que a bombo y platillo se nos anunciaron nuevas medidas económicas para dar la vuelta a la crisis. La nuevas medidas consisten en no hacer nada, seguir sin hacer nada, continuar adormilados, dispuestos a aburrir a las ovejas humanas. Verdaderamente, esta generación pasará a la historia de la humanidad por su inmensa capacidad para el sufrimiento y el aburrimiento. Un gobierno desesperante. Con un solo propósito: escabullirse, permanecer escondido, no dar la cara, esperar a que escampe la tormenta. Aunque en medio de los rayos y truenos se hunda medio país.

lunes, 29 de abril de 2013

OTRO PUENTE CONDENADO


Siempre me han parecido de un enorme patetismo las imágenes de los puentes abandonados, puentes en desuso, que tuvieron su utilidad, en muchos casos considerable, en épocas pasadas, antes de que los nuevos trazados de los caminos que sobre ellos cruzaban fueran cambiados de orientación. Allí, al lado de las carreteras de nuevo cuño, han ido quedando estas considerables obras de ingeniería pero no solo desde el punto de vista técnico, sino también de enorme belleza en su trazado y esbelta configuración, cuando hacer estas obras era un trabajo artístico y no solo un diseño funcional. No son pocos los hermosos puentes que cruzan los ríos de la provincia de Cuenca (el Castellar, el de Cristinas, el de Santa Ana) condenados por el peor de los males, la indiferencia, la insensibilidad, a desmoronarse pacientemente, año tras año, sin que nadie acuda a remediarlos y conservarlos, no por útiles, que ya no lo son, sino por bellos, como ingredientes naturales del paisaje. Ahora que el puente del Chantre, sobre el Júcar, ha sentido en sus piedras el destrozo causado por las humedades de las fortísimas tormentas de esta primavera, ahora que sus piedras se hunden, surge una voz municipal diciendo que van a estudiar un remedio para ver si se puede salvar, llamando como pedigüeños a la puerta bien provista de la Confederación Hidrográfica del Júcar, para que ponga los dineros. Y, como siempre, uno se pregunta -inútilmente: ya conocemos la respuesta- si no hubiera sido mejor cuidarlo cuando estaba entero y no permitir que se fuera desmoronando paso a paso, a la vista de todos.

viernes, 26 de abril de 2013

REENCUENTRO CON PACHECO





Quedan pocos días para hacerle una visita a Julián Pacheco. Tan pocos como los que le quedan al mes de abril, o sea, nada, un vuelto de tiempo. Pero es una visita que no debería perderse nadie y menos que nadie los ciudadanos que suelen llenarse la boca de apelaciones a la cultura, su importancia e interés, bla, bla, bla. Julián Pacheco (Cuenca, 1937-2000) vuelve a su ciudad natal trece años después de haber muerto, en una exposición pequeña, una muestra reducida, formada por fondos atesorados por su viuda en el domicilio familiar y que ahora salen a la luz por iniciativa de la Real Academia Conquense de Artes y Letras en lo que no es un homenaje póstumo, sino un reencuentro que -soy testigo y oyente- sorprende a los muy jóvenes, ignorantes de la enorme capacidad comunicativa que tenía el artista. Vocacional desde muy niño, su vida personal estuvo sujeta a incontables altibajos de todo tipo, incluidos los políticos, de manera que tras unas primeras y bien recibidas exposiciones en Cuenca emprendió el rumbo viajero que habría de llevarle primero a Barcelona y luego a una itinerancia propia de los exilios voluntarios. Siempre quiso huir de los convencionalismos en su forma de vivir y siempre quiso que su obra fuese mucho más que formas y colores; la intención de que su compromiso con las ideas (la política, en suma) estuviese patente marcó su trabajo pictórico y eso se encuentra muy presente en la exposición actual, con un mensaje plástico tan rotundo que sorprende al espectador inadvertido. Es el Pacheco de siempre, el revolucionario, el rompedor, el que decoraba muros de lienzo con grafitos demoledores que ponían en solfa, ¡ya entonces! La corrupción que se veía venir. En estos tiempos tan descomprometidos, sorprende encontrar una persona que siempre, en todo momento, hizo del compromiso con su tiempo una honesta forma de conducirse. Ahí están, en las sobras paredes de la Fundación CCM (el hotel Iberia, para entendernos), la sombra de Franco, los GAL, Filesa, el terrorismo de Estado, la corrupción impulsada (o, al menos tolerada) por el PSOE felipista, al que Pacheco fustiga sin piedad desde su rebeldía incontenible. Si aún no ha tenido oportunidad, ganas o curiosidad por ver esta obra, reducida en número de cuadros pero trascendente en su significado, vaya a hacerlo. Quedan muy pocos días para gozar de una experiencia única, de las que ya no se encuentran con facilidad. Y que nos transporta a través del tiempo hacia una época casi inimaginable.

 

UN FALLO EN LA INFORMACIÓN

Desde hace un par de meses ya no podemos ejercer el entretenimiento diario de ir a la barra del bar a leer el periódico mientras nos tomamos un café, con bollería o sin ella. Nos quedamos sin el papel, sustituido por el mucho menos cómodo sistema (aunque tiene sus defensores a ultranza, como en todo) de leer las cosas en la pantalla. Compruebo, hablando con la gente, que la sección más añorada, y no suplida por los digitales, es la necrológica. Al quedarnos sin periódico han desaparecido también las esquelas mortuorias que nos iban dando cuenta de las progresivas bajas en las filas de la humanidad conquense. Ahora solo funciona el boca a boca y no siempre, de manera que es normal enterarnos, con varias semanas de retraso, de que Fulana o Fulano emprendieron ya el viaje a ninguna parte. En muchos de esos casos, como es natural, nos importa bien poco, salvo la curiosidad malsana de seguir la pista al vecindario hasta el final pero en otros se presta a fallos considerables de cortesía, como preguntar a alguien por la salud de un familiar y recibir la respuesta de que ya no hay remedio para sus males. De todo esto, que es una obviedad, me llama la atención que los digitales, necesitados de la publicidad para sobrevivir, no hayan puesto en marcha algún mecanismo para incorporar las esquelas necrológicas a sus secciones, lo cual les daría alguna variedad en la información, nutriéndose, como se nutren, de notas y comunicados oficiales. Es una idea. Que sería, de aplicarse, muy útil para todos.

LAS COSAS VUELVEN DONDE SOLÍAN

 
 
Todavía sin mucha publicidad y menos aún alharacas pero ya nos hemos situado en vísperas de que empiece la Feria del Libro, sin que a estas alturas sepamos muy bien cómo van a llamarla sus nuevos mentores. Sí sabemos que los anteriores andan un poco mohinos y dicen cosas que a mí, la verdad, me parecen un poco sorprendentes, como echar en falta la financiación de la Junta de Comunidades (que el año pasado no puso un duro) o lamentar la "pérdida" de carácter regional que, dicen, tenía el evento, ignorando (o queriendo ignorar) que nunca, jamás, la Junta incluyó la Feria del Libro en el catálogo de las Ferias regionales. No nos han explicado -por lo común, nadie explica nada- por qué la Diputación Provincial ha decidido recuperar para sí la organización de la Feria ni por qué ha marginado a la Junta, dejando así a la libre imaginación creativa de todos nosotros imaginar o maquinar sobre los motivos de estas cosas. Quizá es que tampoco tenemos muchas ganas de enredar, para seguir la tónica de la cultura conquense de los últimos años -no pensar, no decir, no criticar, no quejarnos y recibir de buenas ganas las limosnas que nos quieran dar para subsistir- pero yo si tengo ganas de decir o dejar dicho aquí alguna cosilla. Por ejemplo, que está muy bien que la Feria vuelva al mes de mayo, terminando con la tontería que se inventaron el año pasado de llevarla a las calendas novembrinas. Que también está muy bien que salga del inhóspito recinto de La Hípica (ahí tenéis una imagen de cuadno se hacía allí) para volver a la calle limpia y abierta del centro de la ciudad; cierto que estaba mejor en el parque  de San Julián, pero si la Diputación quiere hacerla en sus propios jardines tampoco está mal; al fin y al cabo, dirán, para eso la paga. Y nos falta por ver si, como imagino, también desaparece del título esa otra tontería de las industrias culturales, que como camelancia entretiene bobos queda bien, pero poco más. Esto es Cuenca, señores, y esto que tenemos entre las manos es un libro. Vamos pues a la Feria del Libro, tal y como solíamos hacerlo antes, en forma humilde, discreta, pero resultona. Y no es solo un ejercicio de nostálgica remembranza propia de un abuelo Cebolleta cualquiera, sino la plasmación pura y simple de lo que estaba en el ánimo de muchos. Pues, hala, a disfrutarla.