Quienes
ya vamos siendo mayores en edad, algo en sabiduría y nada en gobierno, nos
sentimos reconfortados al ver que se mantienen vigor, con el paso de los años,
las mismas tontería (¿estupideces?) que marcaron nuestra juventud, por ejemplo,
el inmoderado e irracional recurso a esgrimir banderas de cualquier tipo, color
o ideología, con los pretextos mas fútiles. Y comprobar, de paso, que el poder
oficial reacciona con la misma estulticia, ahora que es democrático, como
cuando era absolutista y dictatorial. Podría hacerse un ensayo (a lo mejor ya
está escrito) sobre las sandeces que han provocado las banderas, tanto por los
que defienden una sola exclusiva y excluyente como por parte de quienes se
inventan otras, las suyas, para acongojar a la primera.
Naturalmente,
esta sobria meditación la suscita el esperpéntico espectáculo de estos días a
cuenta de la estelada catalana que quienes exhibir (y exhibirán masivamente) en
la final de la Copa del Rey. Curioso: quienes desean con tanto ahínco la
independencia quieren, a la vez, ser campeones de España y obtener el trofeo
que lleva el título del por ellos denostado titular de la corona del país al
que no quieren pertenecer. A mí me parecería bien que, en el colmo de la
coherencia, el Barcelona se negara a jugar la Copa del Rey y, desde luego, no
quisiera recibirla ni exhibirla en sus vitrinas. Pero si la ganan, se sentirán
enormemente felices y la pasearán gloriosamente por las Ramblas, encantados de
ser los mejores de España. He mencionado la palabra coherencia. ¿Qué es eso?
Desde
luego, lo contrario de lo que ha hecho la absurda delegada del gobierno en
Madrid, prendiendo fuego a la antorcha sin tener a los bomberos cerca. Y uno se
pregunta a cuento de qué ha venido esta rigurosa exigencia, ahora, en una especie
de aquí te pillo aquí te mato, cuando el país entero lleva años inmerso en la
barahúnda de las banderas, sin que nadie se le haya ocurrido lo más sencillo y
amparado por las leyes: conseguir que las instituciones pública hagan lo que
deben, exhibir en sus balcones y despachos la bandera de España junto a las
propias. Al contrario, con vergonzosa inhibición, los responsables de la
autoridad se lavan la mano, esconden la cara, miran a otro lado, sin que en
ningún momento este riguroso gobierno que ha querido impedir la estelada en un
campo de fútbol actúe con similar energía para obligar a que instituciones y
ayuntamientos de Cataluña y el País Vasco (ahora ya también en otras
comunidades) tengan la bicolor bien a la vista.
Y si no
queremos ir tan lejos o tan arriba, miremos más de cerca la sorprendente
exhibición generalizada de las banderas republicanas, dignas de todo respeto
histórico e incluso del deseo de que vuelvan a tener vigencia, pero mientras
tal cosa no ocurra, la bandera legal y constitucional es la otra, la única que
debería exhibirse. Sin embargo ahí está masivamente en concentraciones y
manifestaciones, incluso de partidos y sindicatos que se llaman
constitucionalistas. Y si no, podemos asomarnos a un pueblo de Cuenca, Alcalá
de la Vega, y encontrar este bonito escaparate en el que conviven la enseña del
Atlético de Madrid con la tricolor. El edificio que hay al lado es el
Ayuntamiento del pueblo. O sea, que no vale decir que no se han enterado.