De vez en cuando (menos veces de
las que uno quisiera) se producen buenas y esperanzadoras noticias, hechos
positivos capaces de aventurar la presencia de un avance, un ir hacia delante,
abrir nuevas perspectivas, sacarnos de la modorra, la apatía y la monotonía que
marca tantos momentos de la vida de esta singular provincia nuestras. Me
encanta hacerme eco de esas buenas noticias y no tener siempre a mano un apunte
crítico.
Una de esas buenas noticias la
ha provocado durante las últimas semanas la Diputación provincial, al recuperar
y poner a nuestro alcance varias de las minas de lapis especularis (espejuelo
llamó el habla popular castellana a este mineral) que estuvieron en explotación
durante la época romana, en una superficie de cien mil pasos alrededor de la
ciudad de Segóbriga, tal y como explicó Plinio, el sabio historiador latino. En
ese ámbito geográfico se encuentran las minas de Huete, Torrejoncillo del Rey,
Villalgordo del Marquesado, Torralba y Osa de la Vega, que estuvieron en
explotación durante los siglos I y II después de Cristo y sirvieron para que
los romanos empezaran a cubrir los huecos de sus viviendas, o sea, las
ventanas, con algo parecido al cristal, lo que supone una notable mejoría de su
calidad de vida.
El Plan de mejora de las Infraestructuras
Turísticas (PLAMIT, en lenguaje abreviado) ha venido a recuperar esas minas y
en verdad que penetrar en su interior es, además de una maravillosa sorpresa,
un deleite, no sólo histórico o industrial sino también muy aleccionador,
educativo podría decir, y más si, como en el caso de la cueva de La Mora
Encantada, situada en los alrededores de Torrejoncillo del Rey, hay un
individuo tan entretenido y entusiasmo como Emilio Guadalajara, que explica,
ilustra, enseña y demuestra cómo se trabajaba el lapis especularis, tal como si
pudiéramos retroceder veinte siglos y zambullirnos en el mundo laboral de la
época.
La
mina fue descubierta por un vecino del pueblo, Pedro Morales, allá por los años
50 del siglo XX. Ahora todo el entorno ha sido acomodado para hacer fácil,
dentro de lo posible, el recorrido por una amplia parte de la cueva y
proporcionarnos, así, una de las más atrayentes experiencias que pueden
encontrar incluso los que se creen que ya lo saben todo. Y encima, en la
puerta, está Emilio con sus instrumentos para darnos un agradable rato de
enseñanza y entretenimiento.