viernes, 20 de mayo de 2011

EL PRESIDENTE DE LOS CINES

Desde hace unas semanas, Enrique González Macho es el presidente de la Academia Española del Cine. Seguramente casi todo el mundo recuerda el incidente producido cuando su antecesor, el director Álex de la Iglesia, montó en cólera (y dimitió) en desacuerdo con los planes del ministerio (y de la ministra, la también cineasta Ángeles González-Sinde) para elaborar unas normas encargadas de regular el conflictivo asunto de internet y las descargas, masivas, que todo el mundo (casi todo el mundo) está haciendo de imágenes y sonidos. A lo que vamos: hubo elecciones y González Macho fue elegido. Aunque en sus inicios se dedicó a tareas vinculadas a la producción, el prestigio de este hombre ha venido a través de la distribución (Alta Films es su marca) especializada en películas especialmente comprometidas, incluyendo las primera soviéticas que empezaron a llegar a España en los duros años de la dictadura. Luego pasó también a la exhibición, montó los Renoir en Madrid y fue extendiendo su red de pantallas, hasta llegar en estos momentos a tener 83 en Barcelona, Zaragoza, Palma de Mallorca, Santa Cruz de Tenerife y Guadalajara, habiendo cerrado el año pasado las de Deusto, por mal rendimiento comercial. González Macho es, también, el propietario de los Multicines Cuenca, cinco salas abiertas en 1992 y que vinieron a salvar el cine en Cuenca, tras el parón producido por el intempestivo cierre del Xúcar. La pregunta que me ocurre -se me viene ocurriendo hace muchísimo tiempo- es por qué los Multicines Cuenca no figuran en la potente red de González Macho, con el mismo nombre que los demás. ¿Por qué no se llaman Renoir Cuenca? ¿Por qué no figuran en las publicaciones que edita el productor-distribuidor-presidente? ¿Por qué se les menciona en la web de Alta Films pero no en la de los Renoir? ¿Por qué el sencillo nombre de Cuenca no puede figurar junto a los de las demás ciudades? Poner el nombre de Cuenca en una empresa es un localismo provinciano que sirve lo mismo para un roto que para un descosido. Lo de Renoir nos daría un toque de categoría más allá de nuestros estrechos límites locales, me parece. Ya sabéis: son las tontunas que uno piensa cuando tiene un hueco desocupado en la mente. Con todo, que González Macho esté donde está resulta positivo e interesante.

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