lunes, 16 de enero de 2012

Boni vuelve a casa






Boni, Bonifacio, tuvo la mala idea (funesta idea, más bien) de morirse cuando todo el mundo estaba de fiesta, en plena Navidad jacarandosa, mientras el personal enterraba en alegría, brindis y regalos los aromas de la crisis. Se murió Boni, el Boni, Bonifacio y los periódicos le dedicaron las necesarias necrológicas que hablan de lo que casi todos sabíamos: que era un gran artista, independiente, ácrata, creativo, taurinófilo, vividor a tope. Casi nadie alude a que en el alma llevaba una invencible nostalgia de Cuenca, el sentimiento de que sus casi veinte años de residencia (y vivencias, a tope) en esta ciudad no habían dejado tras sí un poso suficiente como para establecer una definitiva vinculación con ella, porque aquí siempre queda una especie de recelo hacia quienes no son del todo hijos de la tierra. Aunque pongan su nombre en una calle (y el de Boni, Bonifacio, ya está puesto). Sus amigos de verdad han estado atentos y apenas muerto ya hay una exposición suya en la Fundación Antonio Pérez. Unos cuantos subimos el primer día, el de la inauguración. Otros cuantos lo hicieron al día siguiente y algunos más, seguramente, seguirán yendo a verla. En realidad, debería ser una peregrinación incesante, continua. Creo que no será así. Pero quienes tengan un poco de ánimo deberían hacerlo. Para echar unas risas con Boni, Bonifacio, mientras admiran, admiramos, la obra de un auténtico genio. Al que le hubiera gustado, mucho, vivir siempre en Cuenca.
















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