José Luis Muñoz. Una visión permanente sobre las circunstancias de la vida cultural en Cuenca, comentada con espíritu comprensivo y un punto crítico. Literatura, arte, patrimonio, cuestiones cotidianas, a través de la mirada de un veterano periodista.
martes, 21 de febrero de 2012
El power point no ofrece ciencia infusa
De vez en cuando se encuentran notas inteligentes a través de la barahúnda de textos que ofrece la red. No es frecuente, pero ocurre de vez en cuando, ya digo. Uno de los comentarios más sabrosos que he encontrado en los últimos tiempos lo firma Fernando Sáiz, periodista conquense exiliado en Madrid (como tantos otros, qué se le va a hacer), que mantiene un interesante blog (silabaconsulting.com) en el que con menos frecuencia de lo que sería deseable deja caer muy gratificantes observaciones sobre el mundo que nos rodea. La última, a la que me refiero, habla, con ironía y algo de mala uva sobre los usuarios despendolados del power point como recurso mal utilizado en reuniones, conferencias y clases académicas. Como si el simple hecho de poner en marcha el dichoso ordenador y proyectar sobre una pantalla cuatro sandeces fuera ya argumento suficiente para desgranar sobre la concurrencia todos los saberes del mundo. Pero no digo más. Quien tenga curiosidad, que vaya a la fuente y verá cómo llevo razón.
Colgados de un sueño

Algunos ya hemos tenido la oportunidad de ver un nuevo documental sobre Cuenca o sobre esa parte fundamental de Cuenca que es el Museo de Arte Abstracto. Un documental que, más allá de lo que pueda tener de objetivo en cuanto a esa notable institución es también, quizá sobre todo, un homenaje a Fernando Zóbel, sobre todo a la persona, aunque por supuesto el artista también está presente. Colgados de un sueño es el título de este documental que ha realizado Antonio Pérez Molero a través de una productora barcelonena con destino a pasar por TVE (imagino que La Dos) dentro de unas semanas, momento que servirá para que el habitualmente desatento público conquense encuentre un hueco entre "Sálvame" y el fútbol para penetrar en las interioridades de esta película. Al fin y al cabo, esto es lo que nos queda: el Museo, las obras que allí se conservan y un documental de vez en cuando. Los pintores que durante dos décadas enriquecieron la vida social, cotidiana de Cuenca ya se fueron hace mucho tiempo y encima tienen tendencia a morirse (Bonifacio y Tapiès, los últimos), dejándonos en cierta forma huérfanos, con nuestros recuerdos y las experiencias acumuladas en aquella época feliz. No es que cualquier tiempo pasado fuera mejor, es que era distinto y al recordarlo uno no puede evitar sentir algo parecido a la nostalgia. Anotad pues el título y poner atención a la fecha posible de emisión. De verad que merece la pena.
Un delicado placer

Todavía, a pesar de todos los obstáculos que se le oponen, podemos encontrar placer en ver, tener, acariciar, hojear, algunas publicaciones. La revista "Ocnos" es una de ellas. No la encontraréis en los quioscos ni mucho menos en los ranking de publicaciones más leídas, pero tenerla entre las manos, más o menos una vez al año, es una delicatessen literaria. Es una revista de estudios sobre lectura, la publica la Universidad de Castilla-La Mancha, la codirigen Pedro Cerrillo y Santiago Yubero y ha llegado al número 7, el último. Como se dice en la presentación, en este número se pueden encontrar trabajos sobre obras literarias de Fernando Alonso, C.S. Lewis y Wilhelm Hauff, así como sobre la transmisión de valores en literatura, la educación literaria de la adolescencia, la literatura infantil y juvenil tal como se encuentra en internet, la narrativa de ciencia ficción dirigida a los jóvenes o los componentes emocionales de la lectura literaria en las edades tempranas. No aquí alardes de diseño (ese castigo que se come tantas publicaciones, sacrificando los contenidos para que prime la forma), ni vistosas ilustraciones a colorines. Aquí hay rigor, seriedad, ideas que ayudan a pensar y adoptar criterios, lúcidas observaciones sobre el mundo de la escritura y la edición (que son también los soportes de la lectura, claro). En fin, un pequeño, sencillo placer, al que uno puede entregarse sin aspavientos ni especiales sacrificios. No hace falta más que un rato sosegado, un rincón retirado, un poco de tranquilidad y ya está, con "Ocnos" entre las manos.
Formas de ahorrar
Como dicen que estamos en crisis, los gobernantes insisten de manera machacona en que hay que ahorrar. Para ellos, ahorrar es gastar menos en educación, sanidad, bienestar social, ayudas al prójimo y otros asuntos igualmente innecesarios, como infraestructuras, carreteras, colegios, hospitales y cosas parecidas. A ninguno de ellos se le ha ocurrido que, por ejemplo, una bonita forma de ahorrar sería prohibir la ristra de partidos de fútbol que se jugan por la noche, tirando a todo meter de los kilovatios que hay que gastar para mantener las poderosas torres de iluminación de los estadios. Con lo bonito que es un partido de fútbol a las cinco de la tarde o a las doce de la mañana, a pleno sol y toda luz natural, sin que cueste un céntimo encender las bombillas. En una de nuestras anteriores crisis (llevamos ya un montón, por lo menos una cada década), la del año 1973, el gobierno de entonces (aún vivía el ya decrépito Franco) acordó implantar restricciones en el consumo de energía eléctrica con el fin de aliviar algo la delicada situació de la economia nacional. Entre las medidas de entonces figura la reducción de las horas de emisión de la única TV entonces existente, o sea, la TVE en sus dos canales, hoy conocidos como La 1 y La 2. Pues lo mismo podría pasar hoy: aliviar tanto gasto en programas imbéciles, ahorrarnos el cabreo diario de andar zapeando de acá para allá por las tropecientas cadenas que hoy nos martirizan y, por supuesto, jugar al fútbol a la luz del sol. Y, de paso, ahorrar algo en tanta farola que ilumina cada noche los inútiles polígonos abandonados que hay por todo el país, como el de la foto, el non-nato Villa Román III, del que nunca más se supo.
jueves, 16 de febrero de 2012
tiempos de lecturas

Todo tiempo, cualquier tiempo, es bueno para leer. Siempre es un buen momento para leer un libro, la última novedad, un misterio por descubrir o el título clásico, antiguo, que seguramente fue nuestro compañero en días inolvidables bajo la sombra de un árbol en un jardín o en la orilla del mar. Los centenarios nos ayudan al reencuentro con viejos amigos, quizá olvidados, o sencillamente arrinconados, aparcados en un estante de la librería. Este es el año de Dickens, naturalmente, que nació hace apenas unos días, el 7 de febrero, dos siglos atrás. No leo nada de él desde que era estudiante; entonces me enfrasqué, literalemente, en esa prosa vivaracha, riquísima en matices, divertida en ocasiones, dramática en otras. Quién no tiene grabadas en la mente las tremendas imágenes de las cárceles inglesas o el ambiente desgarrado de una sociedad injusta y clasista, por la que van discurriendo los buenos muchachos entre maltratos e incomprensiones. Buen momento este 2012 para reencontrarnos con Dickens. Yo lo voy a hacer estos días a través de una las obras que más me impactó cuando era niño-adolescente, Los Papeles del Club Pickwick, aunque comprendo que otros sientan más emoción siguiendo las andanzas de Oliver Twist o recreando el riquísimo ambiente de Historia de dos ciudades. Lo que sea. El caso es leer a Dickens estos días o a lo largo del año. Que para eso sirven, entre otras cosas, los centenarios.
miércoles, 15 de febrero de 2012
El nuevo rey Midas
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