jueves, 16 de febrero de 2012

tiempos de lecturas



Todo tiempo, cualquier tiempo, es bueno para leer. Siempre es un buen momento para leer un libro, la última novedad, un misterio por descubrir o el título clásico, antiguo, que seguramente fue nuestro compañero en días inolvidables bajo la sombra de un árbol en un jardín o en la orilla del mar. Los centenarios nos ayudan al reencuentro con viejos amigos, quizá olvidados, o sencillamente arrinconados, aparcados en un estante de la librería. Este es el año de Dickens, naturalmente, que nació hace apenas unos días, el 7 de febrero, dos siglos atrás. No leo nada de él desde que era estudiante; entonces me enfrasqué, literalemente, en esa prosa vivaracha, riquísima en matices, divertida en ocasiones, dramática en otras. Quién no tiene grabadas en la mente las tremendas imágenes de las cárceles inglesas o el ambiente desgarrado de una sociedad injusta y clasista, por la que van discurriendo los buenos muchachos entre maltratos e incomprensiones. Buen momento este 2012 para reencontrarnos con Dickens. Yo lo voy a hacer estos días a través de una las obras que más me impactó cuando era niño-adolescente, Los Papeles del Club Pickwick, aunque comprendo que otros sientan más emoción siguiendo las andanzas de Oliver Twist o recreando el riquísimo ambiente de Historia de dos ciudades. Lo que sea. El caso es leer a Dickens estos días o a lo largo del año. Que para eso sirven, entre otras cosas, los centenarios.

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