viernes, 17 de enero de 2014

ES CUESTIÓN DE CALIDAD



Uno de estos días -fecha que se va prolongando de semana en semana, desde que en julio comenzó la cuenta atrás- volverán a abrir los Multicines, ahora rebautizados como Odeón, para mantener la imagen de marca de la nueva empresa. La novedad tiene un componente de sorpresa, porque nos hemos acostumbrado a que las noticias que llegan hablan siempre de cierres de locales; que abra uno precisamente donde estuvo el que cerró el año pasado, es cosa sorprendente. Con ello, la afición cinematográfica, francamente alicaída, recupera cinco salas a las que acudir. La gran duda es si lo hará o, si  dejándose arrastrar por la inercia nacional, seguirá actuando de espaldas a la gran pantalla. Mucho tendrá que ver con eso un componente que, por razones misteriosas, las empresas que actúan en Cuenca han dejado de cuidar: la calidad. Consideran que ya no hay aficionados al buen cine, sino solo espectadores atraídos por el estruendo, los fuegos de artificio, los efectos especiales y las 3D y las palomitas. De los cines de Cuenca desaparecieron hace lustros las películas de calidad, las comprometidas, las originales, la que aportan una visión moderna y atrevida del mundo en que vivimos. Lo hizo incluso la empresa que gestionó los Multicines, la de Enrique González Macho, famoso por haber puesto en marcha en Madrid los Renoir, extendidos luego a otras ciudades españolas. En Cuenca renunció pronto a toda aventura de riesgo y cayó en manos de la programación más vulgar y adocenada, comercial sin duda, e incluso, torpeza infinita, repitiendo títulos con los Ábaco. Naturalmente, el que arriesga su dinero está en su perfecto derecho de administrarlo como mejor le parece y quizá resulta más rentable repartir las migajas de la taquilla que atreverse a ganarla entera. Ahora que va a cambiar el horizonte, algunos nos preguntamos si la nueva empresa de los Multicines irá, como la otra, por el sendero de lo fácil, la última americanada llegada de la fábrica imperial o si arriesgará algo, aunque sea poco, en busca de la calidad, del otro cine que también se hace y gusta, aunque sea a sectores minoritarios. Porque lo que tenemos al alcance de la mano y de la vista es deleznable. Por alguna razón misteriosa la empresa actual ha decidido que los espectadores conquenses somos unos estúpidos, aptos solo para ver lo peor que nos llega de Hollywood y solo de allí. Prácticamente no hay hueco para películas de otros países, Corea, Japón, los árabes, los de Europa, apenas un poco, mínimo, de España, nada que represente un aire fresco y original. Pero es que incluso renuncia a películas americanas que son de calidad (porque en Hollywood también las hacen y muy bien).  Podemos mirar la cartelera madrileña, o de cualquier ciudad de nivel medio, para encontrar el vacío absoluto en la nuestra. Ni siquiera películas nominadas para el Oscar, o para los Goya, tienen cabida en esas pantallas. Y si basta con un ejemplo, ahí está Caníbal, de Manuel Martín Cuenca, una de las máximas aspirantes a los premios anuales del cine español, que aquí hemos podido ver gracias al Cine Club cuando hubiera podido pasar perfectamente por las pantallas comerciales. Qué pena que esas empresas multinacionales nos valoren en tan poco.

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