Lo primero que se me ocurre decir es que abrir el antiguo
Ars Natura, ahora reciclado en Tierra de Dinosaurios, está bien. Cualquier
movimiento encaminado a reabrir lo que fue cerrado es un hecho positivo. A esa
afirmación se le pueden añadir toda clase de comentarios, empezando por
recordar que los que ahora abren son los mismos que antes cerraron y terminando
por aludir -es necesario hacerlo- a la situación preelectoral en que nos
encontramos. No quiero sospechar ni temer que este gesto sea flor de un día, o
un mes, y que después de los avatares del 24 de mayo puedan ocurrir otras
cosas. Y como no quiero seguir por ese camino, lo dejo aparcado, en espera de
acontecimientos, para volver al meollo de la cuestión, o sea, la apertura de
este recurso, que se hace, desde luego, deprisa y corriendo y ofreciendo todo
con pinzas, aún sin definir ni concretar. De hecho, sólo ha habido tiempo y
medios para habilitar una parte muy pequeña del espacio disponible, y con un
despliegue técnico bastante precario, aunque suficiente para dar una primera
imagen de lo que se pretende y también para que la chiquillería disfrute, pues
ese parece ser el principal objetivo. Un museo de estas características debe
orientarse a través de una triple línea de trabajo: el científico, el lúdico y
el didáctico y en Tierra de Dinosaurios flojea claramente el primer apartado,
mientras domina llamativamente el segundo. Basta por contemplar la alegría de
la chiquillería y el despliegue paterno fotografiando a las tiernas criaturas
junto a las maquetas desplegadas, mientras que prácticamente nadie perdía el
tiempo ante las vitrinas más interesantes, las que ofrecen una cuidada pero muy
significativa muestra real de restos encontrados en Lo Hueco y Las Hoyas, además
de otros procedentes de diversos puntos de la provincia y la región. Es curioso
constatar que, como en tantos otros aspectos de este mundo nuestro, vende mejor
la fantasía, la invención, el alarde técnico, que la realidad monda y lironda. Aquí
tenemos un buen ejemplo, que no debería ser demasiado convincente a los
responsables de la instalación, pues pueden sentir la tentación de seguir
desarrollando e implantando maquetas, mientras renunciar a ampliar la exposición
de restos reales, tan generosos, como han aparecido en nuestras tierras. Queda
por decir algo del tercer componente, el didáctico, resultado al modo habitual
en estas cosas, con paneles, proyecciones videográficas, cuadros, mapas (por
cierto, Moheda no; Noheda) y demás alardes de la comunicación virtual. Ahora
falta por ver que pase este periodo inicial para comprobar hacia dónde se
orienta el invento. Personalmente creo que Tierra de Dinosaurios, museo
paleontológico de Castilla-La Mancha, debería elegir la vía de la seriedad, el
rigor y el compromiso y hacer al populismo las mínimas concesiones necesarias,
pero no estoy muy seguro de que mi criterio sirva para algo. También será
interesante comprobar qué pasa cuando la entrada deje de ser gratuita, como lo
es todavía, hasta final de mes. Son dudas, entre otras muchas, que se
encuentran pendientes de ese futuro que se abre después del 24 de mayo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario