martes, 21 de abril de 2015

ENTRE HUESOS Y MAQUETAS


Lo primero que se me ocurre decir es que abrir el antiguo Ars Natura, ahora reciclado en Tierra de Dinosaurios, está bien. Cualquier movimiento encaminado a reabrir lo que fue cerrado es un hecho positivo. A esa afirmación se le pueden añadir toda clase de comentarios, empezando por recordar que los que ahora abren son los mismos que antes cerraron y terminando por aludir -es necesario hacerlo- a la situación preelectoral en que nos encontramos. No quiero sospechar ni temer que este gesto sea flor de un día, o un mes, y que después de los avatares del 24 de mayo puedan ocurrir otras cosas. Y como no quiero seguir por ese camino, lo dejo aparcado, en espera de acontecimientos, para volver al meollo de la cuestión, o sea, la apertura de este recurso, que se hace, desde luego, deprisa y corriendo y ofreciendo todo con pinzas, aún sin definir ni concretar. De hecho, sólo ha habido tiempo y medios para habilitar una parte muy pequeña del espacio disponible, y con un despliegue técnico bastante precario, aunque suficiente para dar una primera imagen de lo que se pretende y también para que la chiquillería disfrute, pues ese parece ser el principal objetivo. Un museo de estas características debe orientarse a través de una triple línea de trabajo: el científico, el lúdico y el didáctico y en Tierra de Dinosaurios flojea claramente el primer apartado, mientras domina llamativamente el segundo. Basta por contemplar la alegría de la chiquillería y el despliegue paterno fotografiando a las tiernas criaturas junto a las maquetas desplegadas, mientras que prácticamente nadie perdía el tiempo ante las vitrinas más interesantes, las que ofrecen una cuidada pero muy significativa muestra real de restos encontrados en Lo Hueco y Las Hoyas, además de otros procedentes de diversos puntos de la provincia y la región. Es curioso constatar que, como en tantos otros aspectos de este mundo nuestro, vende mejor la fantasía, la invención, el alarde técnico, que la realidad monda y lironda. Aquí tenemos un buen ejemplo, que no debería ser demasiado convincente a los responsables de la instalación, pues pueden sentir la tentación de seguir desarrollando e implantando maquetas, mientras renunciar a ampliar la exposición de restos reales, tan generosos, como han aparecido en nuestras tierras. Queda por decir algo del tercer componente, el didáctico, resultado al modo habitual en estas cosas, con paneles, proyecciones videográficas, cuadros, mapas (por cierto, Moheda no; Noheda) y demás alardes de la comunicación virtual. Ahora falta por ver que pase este periodo inicial para comprobar hacia dónde se orienta el invento. Personalmente creo que Tierra de Dinosaurios, museo paleontológico de Castilla-La Mancha, debería elegir la vía de la seriedad, el rigor y el compromiso y hacer al populismo las mínimas concesiones necesarias, pero no estoy muy seguro de que mi criterio sirva para algo. También será interesante comprobar qué pasa cuando la entrada deje de ser gratuita, como lo es todavía, hasta final de mes. Son dudas, entre otras muchas, que se encuentran pendientes de ese futuro que se abre después del 24 de mayo.


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