Hay un
lugar llamado Moya, en la provincia de Cuenca. Si por aquí corrieran otros
vientos, ese sería nuestro particular Guernica, el símbolo, el punto de
referencia, el eje de la veleta que captura y orienta todos los aires que por
aquí pudieran cabalgar, del ábrego al solano. Encuentro en Moya el más
nostálgico de los sentimientos, allá donde se mezclan la belleza infinita con
la tristeza dolorida. Envuelta en la soledad permanente, apenas turbada durante
unos momentos cuando alguien se acerca hasta sus muros carcomidos y pasea por
sus antiguas calles empedradas donde crecen las hierbas, el recinto moyano, con
su historia y sus amarguras a cuestas dormita apaciblemente esperando que, de
vez en cuando, aparezcan manos humanas cuidadosas para ir reponiendo los
desgarrones de sus muros, iglesias y conventos. Algo se viene haciendo, desde
hace años, pero mientras se reponen grietas por un lado otras más grandes
amenazan lo que permanece en pie. Ahora salta la alarma, que no parece
exagerada, por el progresivo derrumbe de la torre del homenaje, es punto
emblemático de la gran fortaleza que domina todo el valle. Proyectos ha habido
dos; el primero se evaporó entre las nebulosas de la burocracia, que todo lo puede;
el segundo todavía está encima de la mesa, con todas las bendiciones, hasta que
alguien lo metió en una carpeta. Dicen que no hay motivos para la alarma.
Quienes conocen el sitio y siguen paso a paso la evolución de las hendiduras y
el desplome de los muros dicen que sí lo hay y mucho. Esto es algo más que un
juego, mucho más que un divertido a cara o cruz. Deberían tomárselo en serio.
La revista Moya se
lo toma en serio. Esta es una publicación digna de todos los respetos, editada
por la Asociación de Amigos de Moya, que suele aparecer dos veces al año. El último
número, el 39, cubre su portada precisamente con la dolorida imagen del
monumento que ahora concita las preocupaciones de todos nosotros, con un título
no menos amargo: “Torre del Homenaje ¡¡ no te vayas!! herida de muerte”. En las
páginas de esa benemérita publicación están siempre nombres de personas muy
preocupadas por la situación y el devenir de la hermosa fortaleza moya, Teodoro
Sáez, Niceto Hinarejos, Eusebio Gómez al frente de un animoso grupo de
colaboradores y de otros muchos más que, desde siempre, mantenemos viva la
simpatía por el sugeridor recinto. Que la suerte les acompañe en esta aventura
constante, merecedora de obtener al final un resultado feliz y si no, mientras,
la comprensión solidaria de cuantos sentimos afición y devoción por Moya.
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