Una de las
mayores satisfacciones que se puede encontrar paseando por estos mundos es
llegar a lo que fue un edificio histórico destartalado, envuelto en las
tristezas del abandono y verlo ahora limpio, reluciente, restaurado. Pero,
sobre todo, verlo utilizado, porque si lo primero se ha hecho para nada el
resultado final, a largo plazo, será llegar al mismo sitio de antes. La visión
actual de El Cristo, en Huete, es ciertamente impresionista y anima a seres
habitualmente pesimistas, como yo, a creer en un destino de mejores
posibilidades para nuestro vapuleado patrimonio.
El complejo
conventual llamado de Jesús y María, conocido desde siempre en Huete como El
Cristo, es uno de los grandes monumentos que cubren la superficie provincial,
levantado en el siglo XVI por iniciativa del canónigo Marcos de Parada y
destinado a acoger a monjas de la orden de San Lorenzo Justiniano. Lo más
llamativo, externamente, es la espectacular portada de la iglesia, de la que
maravilla tanto el espléndido trazado clásico como los hermosos detalles
ornamentales y que viene sirviendo para especular sobre quien pudo ser el artífice
que trazó tan delicada pieza arquitectónica.
Pero no es
la portada de El Cristo la que hoy debe ocupar nuestra atención, sino el
convento anexo a la iglesia, un poderoso volumen edificado con severa
estructura propia del destino que debía cubrir, mediante la disposición
ordenada de sus elementos en torno a un claustro central, de gran amplitud y
que ahora, restaurado al completo, es de una vistosidad elegante, aportando su
admirable presencia al entorno artístico que se ha formado a su alrededor.
Porque, y
esto es quizá lo más interesante, El Cristo es desde hace un par de meses un
museo dedicado a la fotografía. Desde siempre preocupó el estado de conservación
del edificio y por eso en 1984 se iniciaron obras de restauración que, con
altibajos y tropezones (o sea, descansos por falta de dinero) han llegado hasta
hoy. Para dar vida a este considerable volumen edificado la Diputación ha
tenido la feliz idea de instalar aquí un museo especializado en una de las
artes más jóvenes y modernas, la fotografía, distribuyendo en la planta baja
una colección de imágenes de Francesc Catalá Roca, uno de los grandes clásicos
españoles y en la planta superior obras representativas de varios fotógrafos
modernos ofreciendo entre todos un apasionante paseo de variados matices, con
sugerencias tan ricas como corresponde a propuestas de muy diverso sentido.
No es cosa
de entrar aquí en el detalle del contenido, porque la intención de este
comentario es llamar la atención hacia la todavía breve existencia de este
nuevo museo ubicado en un ámbito tan espectacular que la mirada se pierde yendo
presurosa desde los cuadros colgados en las paredes a los artesonados, las
columnas, el claustro, la delicada solería, para hacer de la visita a Huete,
siempre interesante, un motivo más de atracción.
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