miércoles, 20 de enero de 2016

CAMILO JOSE Y CUENCA


       Camilo José Cela no fue una persona simpática. Probablemente, porque dice su hijo, ocultaba de manera deliberada sus emociones para mantener incólume el retrato que todos nos habíamos hecho de él. Suele ocurrir: uno termina por interpretar su propio papel, el que ha escrito para caminar por la vida y tiene que acomodarse a él para mantener la imagen acuñada. Pero cualquiera que fuese la consideración de su persona, Cela fue un gran escritor, sobre todo si volvemos la mirada a Pascual Duarte o a La colmena y no a otras veleidades literarias que poco favor hicieron a su obra.
       En cierto momento de su vida, personas inteligentes lograron de Cela, antes de ser premio Nóbel, una simpática relación con Cuenca, que se tradujo en varios artículos memorables, de los que dignifican cualquier antología. Vino algunas veces a la ciudad, se encontró aquí a gusto, paseó nuestras calles y comió nuestros productos, saboreándolos. En reconocimiento, la ciudad le dedicó un mirador bellísimo, en uno de los rincones más desconocidos de Cuenca porque ni la autoridad turística local ni los guías turísticos al uso tienen demasiado interés en recomendarlo. Pero ahí está, en la Ronda del Júcar, mirando a los Ojos de la Mora que desde el roquedo de enfrente también mira hacia acá, el mirador dedicado a Camilo José Cela, con una lápida que reproduce una de las hermosas frases que nos dedicó: "Caminando Cuenca al viajero le brotan de súbito alas en el alma, desconocidos mundos en el mirar".
        Camilo José Cela nació el 11 de mayo de 1916. Cuando tantos centenarios inútiles se celebran, amén de algunas conmemoraciones insustanciales, no pasaría nada si ese día de este año, al cumplirse cien del nacimiento del escritor gallego, español y universal en algún sitio se le dedicaran algunas palabras de recuerdo.

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