jueves, 4 de agosto de 2016

UN REMANSO DE PAZ EN CARRETERÍA



            Como cada agosteño mes de cada uno de los años que vienen y van, Carretería se convierte en un espacio amable, conciliador, recinto apropiado para la convivencia, el paseo, la amistosa conversación entre quienes se reencuentran, quizá al cabo de mucho tiempo sin verse, la búsqueda de algún objeto necesario en cualquiera de los variados establecimientos que abren sus puertas a ambos lados de la calle. Y están, naturalmente, las terrazas, tan abiertas, tan cálidas en cuanto a los sentimientos y tan fresquitas al atardecer bajo el paraguas protector de las sombrillas. Qué bien se está en Carretería, paseando, mirando escaparates o tomando una cerveza en cualquiera de los espacios preparados para ello. Parece que aquí el tiempo no pasa. No hay ruidos molestos, ni coches que pasan a todo meter de sus motores, ni actividades molestas o insalubres. No hay máquinas trepidando de manera constante o levantando una polvisca insana, de las que atosigan los pulmones. Nadie molesta la tranquila convivencia de los ciudadanos y visitantes, amistosamente acogidos en este ámbito cordial, un auténtico paraíso en mitad del tráfago angustioso que es común en otros lugares del mundanal globo terráqueo. Qué bien se está en Carretería, siempre acogedora, como una auténtica calle mayor, en la que ningún elemento molesto viene a enturbiar la plácida existencia. Porque agosto, ya se sabe, es un mes para descansar y vivir bien, no para estar angustiado mientras de las bocas salen maldiciones impronunciables. Pero eso no pasa aquí, donde todo es ejemplar y amistoso. Un paraíso de tranquilidad, vaya.



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