No es fácil
trabajar en un medio público en España. A pesar de los avances indudables de
los mecanismos democráticos, hay un obstáculo en el que tropiezan todos, tirios
y troyanos, conservadores, liberales e izquierdistas, en el centro del
territorio nacional y en las periferias autonómicas. Que yo sepa, no existe ni
un solo caso, ni una sola radiotelevisión pública que haya sido capaz de
organizar un sistema, sobre todo en el terreno informativo, el que más duele,
con suficiente entidad como para garantizar esas palabras bonitas con que los
políticos (y los analistas) llevan sus discursos: la pluralidad, el respeto, la
libertad, la dignidad… No diré nada de la objetividad, que es un bien
inalcanzable, pero que se puede sustituir por otros conceptos más asequibles al
común de los periodistas. Basta con aplicar una adecuada dosis de todo lo
anterior para conseguir ofrecer a la audiencia un escenario por el que puedan
transitar las noticias y los comentarios sin que chirríen.
Lo que ha
sucedido en Castilla-La Mancha durante los últimos cuatro años desborda todo lo
imaginable y, desde luego, todo lo visto hasta ahora en otras radiotelevisiones
autonómicas. Ha habido casos espectaculares, como los de Valencia y Madrid,
pero lo sucedido entre nosotros, al alcance diario de nuestros ojos y oídos,
supera todo lo anterior para peor, entre otros motivos porque aporta una
valoración nueva: ha sido repugnante. No se me ocurre una palabra más efectista
para calificar estos cuatro años, consentidos y amparados por la persona que
decidió nombrar a un personaje como Nacho Villa para dirigir el ente. Conocido
como ultraderechista acérrimo, con unas opiniones extremistas que nunca había
ocultado desde su tribuna de la Cope, aterrizó en Castilla-La Mancha dispuesto
a arrasar lo que por aquí se iba asentando de tolerancia convivencial, para
transformar el medio público en un aparato para el insulto sistemático, el
desprecio a los valores de la democracia, el ninguneo de quienes no forman
parte de su pandilla ideológica. Mal servicio ha hecho Nacho Villa a nuestra
comunidad. Lo sorprendente es que, tal como yo veo las cosas, tampoco ha
prestado ningún beneficio a su protectora, Dolores de Cospedal, salpicada
directamente por el fango en que el sujeto ha estado inmerso.
El nuevo
presidente, García Page, ha pedido la dimisión de Nacho Villa, envuelto además
por el clamor casi unánime de los trabajadores del ente, sabedores del enorme
daño que a ellos también alcanza, por no hablar de los pleitos y las denuncias
que están en marcha y que afectan a la indigna responsable de los informativos,
sin duda fiel servidora de su amo. Alguien con dignidad hubiera dimitido en dos
minutos. Nacho Villa ha dicho que no; agotará su mandato hasta que se
constituya el nuevo consejo del organismo y se nombre al nuevo director. Apropiado
final para un individuo de tales dotes personales y profesionales, en las que
no encuentra acomodo el valor necesario para coger el maletín y marcharse para
que entre viento fresco y limpio en las cloacas de Radio Televisión de
Castilla-La Mancha.
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