martes, 19 de abril de 2016

A LA BÚSQUEDA DE CARRIEDO



Amador Palacios ha extraído del cajón donde anidan sus recuerdos y experiencias y en el que también descansan no pocos documentos, materiales suficientes para escribir una biografía apócrifa de Gabino Alejandro Carriedo, uno de los personajes y poetas más singulares de cuantos ocuparon con vida y versos la segunda mitad del siglo XX. La flor del humo, se titula y aparece con el sello editorial Vitruvio.
Nacido en Palencia en 1923 y fallecido en San Sebastián de los Reyes en 1981, Carriedo estuvo vinculado prácticamente toda su vida a la capital española, en la que vivió aquellos años intensos, turbulentos en ocasiones, en que algunos escritores quisieron dar forma a unos conceptos innovadores capaces de alterar las tranquilas aguas remansadas del ámbito literario. En esa búsqueda encontró el postismo y con olegas de preocupaciones, como Carlos Edmundo de Ory y Eduardo Chicarro iniciaron un tímido movimiento que podríamos llamar la vanguardia poética, emparejada con otros similares que en el territorio de las artes incidían también en pàrecidos propósitos renovadores. En esa trayectoria se cruzó también, tangencialmente, Federico Muelas, que durante un breve tiempo acarició la posibilidad de participar en el inquieto mundo de los pospistas (de lo que sobrevive la singular aventura que fue El pájaro de paja) antes de abandonarlo y seguir su trayectoria tradicional.
Pero si esa relación fue puntual y efímera, más profunda fue la que mantuvo con Carlos de la Rica, que propició un acercamiento sentimental de Carriedo a Cuenca. El autor de Poema de la condenación de Castilla realizó una poética intimista,  poco dada a los excesos de la popularidad y cultivó la tendencia del realismo mágico. En Cuenca escribió varios poemas que dedicó a la ciudad y publicó algunos libros en la colección editorial El toro de barro. Después de muerto, sus hijos legaron su importante biblioteca a la Fundación Carlos de la Rica, situada ya entonces en el seminario de San Julián, pero un desgraciado incidente de incomprensión entre ambos sectores (legadores y legatarios) frustró el intento y las cajas con los libros de Carriedo, almacenadas en Cuenca durante varios meses, emprendieron viaje de retorno a su origen para recalar finalmente en un espacio más acogedor, en Valladolid. Dejemos que la imaginación vuele un poco para valorar la importancia cultural que pudo haber tenido una biblioteca especializada en poesía mediante la suma de los legados de Carriedo y de la Rica.

Amador Palacios, nacido en Albacete en 1954 y miembro desde hace unos meses de la Real Academia Conquense de Artes y Letras como académico correspondiente en la vecina capital castellano-manchega mantiene una doble vocación como poeta en ejercicio y teórico de la literatura. Ambas tendencias se unen en su libro La flor del humo, subtitulado “Autobiografía apócrifa de Gabino-Alejandro Carriedo”, en el que reescribe la biografía que ya publicó a la muerte del poeta y que ahora enriquece con una amplísima panorámica del acontecer poético español más reciente, tarea en la que suple al propio Carriedo para, remedando su voz, hablar de géneros, tendencia y colegas, dando lugar así a un generoso fresco donde conviven ideas y nombres que nos ayudan a enriquecer completándolo nuestro conocimiento de la poesía española contemporánea, tan convulsa como apasionante.


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