martes, 12 de abril de 2016

MANGANA RECUPERADA




Al fin se desveló el misterio y la plaza de Mangana, torre incluida, se encuentra abierta al libre uso, disfrute y contemplación de la ciudadanía propia y los visitantes. Hay que decir que durante los primeros días tras su recuperación, en plena Semana Santa, fueron muchos quienes sintieron la curiosidad por conocer con sus propios ojos lo que allí había, tras tantos años de misteriosas elucubraciones laborales. La mayoría acudíamos con un ligero temorcillo a cualquier disparate, y no por ser escépticos por naturaleza sino porque la experiencia nos dice que en esta ciudad todo es posible. Y más en materia de urbanismo, restauraciones y demás.
Sin embargo, parece que hay un generalizado consenso en admitir que el resultado obtenido es, por lo menos, aceptable. O, dicho de otro modo, no se produce un rechazo rotundo, sino solo matices parciales, por esto o por aquello. Por ejemplo, el cromatismo impuesto a las jardineras e incluso la abundancia de ellas son cuestiones que se prestan a la discusión. ¿Hacían falta tantas y de tantos colores? Puede ser que sí, puede ser que no, pero lo cierto es que el resultado no es desagradable, incluso resulto armónico. Y es una gozada, enorme, poder llegar hasta el lado mismo de la torre, mirarla, casi acariciarla, subir la mirada a las alturas para encontrar allí arriba el limpio cielo conquense, tan brillante.
Hemos recuperado Mangana. Al menos, parcialmente. Se echan en falta letreros indicadores, informativos, porque todo el mundo se pregunto qué son estas piedras, qué es aquel algibe. Convendría distinguir bien los periodos, lo que procede de los musulmanes, los restos de la iglesia cristiana o de la sinagoga judía, lo que fue del palacio de los Hurtado de Mendoza.
Hay, en todos con quienes he hablado, la mayoría vecinos de la parte alta o casco antiguo, una colectiva preocupación. La ciudad vive tiempos tormentosos, agitados, al borde del vandalismo generalizado. La plaza de Mangana, tal como ha quedado, es una pieza delicada, apetitosa. Un Ayuntamiento consciente (¿es pedir peras al olmo?) establecería medidas cautelares importantes para vigilar de manera adecuada ese entorno y también para su conservación cotidiana. Si esa prudencia no se aplica pueden ocurrir más desmanes de lo conveniente.
Mangana se configura como un entorno abrumado por el arte, el misterio y la belleza. Las líneas clásicas del seminario (y de la cercana plaza de la Merced) compiten con la envoltura moderna del Museo de las Ciencias, el monumento a la Constitución y ahora el diseño de la propia plaza, pero también con las construcciones populares de la calle del Alcázar. 
Mangana es una gozada para los sentidos. No deberían estropearla, pero lo harán si no se toman medidas adecuadas desde ya, antes de que nadie se desmande y lo eche todo a perder.


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