viernes, 2 de septiembre de 2016

LAS COSAS VUELVEN A SU SER NATURAL





           Se acabó lo de mirar al cielo y hacer especulaciones. Se acabaron los comentarios callejeros, generalmente sorprendidos, sobre el increíble calor de este verano. Ya no habrá más apuestas acerca si en agosto llovería algún día, como ha sido siempre tradición en esta ciudad, sobre todo si esa tarde se habían anunciado toros. No hará falta mirar por la ventana antes de salir a la calle por si acaso haría falta coger el paraguas. Y también se acabaron las reservas a la hora de coger una silla en las terrazas, por si acaso. Ni siquiera he hecho falta salir a la calle en horas nocturnas con un jersey o una rebeca, imprescindible siempre en Cuenca. Todo eso ya pasó y, en efecto, con gran sorpresa del personal, con asombro de la mayoría y contento de la minoría a la que gusta el calor del sol estival, el mes de agosto pasó sin sobresaltos, ni tormentas, ni ventoleras. Cumplió su obligación, la que tiene de ser el mes más caluroso del año, el preferido para las vacaciones, el que sirve para que hoteles, restaurante, bares y guías turísticos hagan eso, el agosto. Como si el calendario supiera de tópicos y medias verdades, ha entrado septiembre y todo eso se ha ido al garete. Aquí están ya las primeras lluvias. Se acabaron las terrazas y el plácido paseo ribereño. ¿Volverán las oscuras golondrinas, la placidez de las temperaturas, el sosiego ambiental? ¿O ya nos tenemos que despedir de todo eso para afrontar, ay, el duro tiempo que se avecina?. Los hombres (y mujeres) del tiempo aún nos consuelan asegurando que en los próximos días volverán a subir las temperaturas. No se si creerlo.



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