La forma
de trabajar en los medios informativos ha cambiado de manera sustancial en los últimos
años; más aún, de una forma muy apresurada en los años más recientes. Se nota
sobre todo en los medios audiovisuales, cuyos informadores se ven obligados a
reducir sus intervenciones a la mínima expresión temporal. Algunos alcanzan un
verdadero prodigio de síntesis, como ocurre en los informativos de Telecinco,
en los que una noticia es ese, una frase en que se vierten unos hechos, sin más
explicaciones ni florilegios, dejando en el aire todo lo que, en buena lógica,
debería venir a complementar la síntesis que se nos ofrece. Este planteamiento,
común ya a todos, encuentra una sonora dificultad cuando el hecho noticiable
alcanza cierta complejidad que, en buena lógica, obligaría al redactor de turno
a explayarse un poco en las explicaciones pero, claro, le han dado 15-20
segundos y no hay más cera que la que arde. Situado ante unos hechos complejos –por
ejemplo, el reciente terremoto en Italia- y forzado a sintetizar, el informador
recurre a un latiguillo natural: “Pueden ustedes imaginarse lo que está
sucediendo”. Y eso, tal cual, lo dicen uno y otro y otra, mientras las imágenes
nos muestran destrucciones, pateras, supervivientes, niños destrozados en
Siria, mujeres maltratadas por los islamistas, las mil calamidades que afronta
nuestro mundo. “Pueden ustedes imaginar lo que está sucediendo”, exclaman los
reporteros, renunciando a las palabras, ese gran don del ser humano, para dejar
que nuestras mentes suplan lo que ellos no dicen. Pues miren ustedes, no, no
quiero imaginarlo. Quiero que me lo cuenten, que siga vivo y activo el enorme
arte de la narración oral informativa, uno de los pilares del sistema de
comunicación que ha venido a ser un soporte fundamental de nuestro tiempo y de
la libertad de conocimiento y comprensión. Lo siento por ellos, maltratados por
sus emisoras, pero no tienen más remedio que esforzarse y contarlo todo, aunque
sea en 15 segundos.
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