Tener mala memoria es una característica de nuestro
tiempo. En unos casos porque, realmente, se ha perdido y en otro porque es más
cómodo no hacer ningún esfuerzo por recordar. Me planto en medio de la sala de
exposiciones de la Escuela Cruz Novillo, antigua iglesia del convento de las
angélicas, rodeado de las fotografías de Chema Madoz que forman la única
muestra de Photo España que viene este año a Cuenca y me pregunto si alguien
recuerda aquellos tiempos en que venían varias, tantas que era preciso
habilitar todas las salas disponibles en la ciudad. A lo mejor, me digo,
tampoco hace falta recordar nada, ni sentirse nostálgicos o cosas por el
estilo. Quizá con estas migajas tenemos suficiente.
Meditaciones inútiles al margen, volvemos a la realidad y
esto es lo que hay. Chema Madoz es premio nacional de Fotografía y, según dicen
los que entienden de estas cosas, uno de los más importantes fotógrafos
españoles del momento. Para quienes no entendemos, nos espera la sorpresa ante
una propuesta en la que destacan, claramente, la calidad y la novedad. Son
imágenes en el siempre agradecido blanco y negro, englobadas en una temática
general apenas interrumpida por un par de excepciones. La naturaleza de las cosas es el título de la exposición y, fiel a
lo que ahí se dice, nos encontramos ante una colección que, si fueran pintura,
calificaríamos como bodegones o naturalezas muertas. Aunque en las más antiguas
aparece la sombra difusa de algún personaje, el resto, la mayoría, son imágenes
de objetos inanimados: una hoja seca, una vela encendida, una mariposa clavada
con una pluma, un carta del cinco de corazones enlazados con ramas y así hasta
40 versiones de ese mundo personal que Chema Madoz ha ido elaborando de una
manera consciente, buscando la forma sutil de dar vida plástica a elementos de
la naturaleza, ramas, maderas, piedras, objetos en fin, envueltos todos en un
aura de frialdad creativa de la que, sin embargo, sobresale la maestría técnica
de quien sabe investigar en los misterios de la luz y del encuadre para ofrecer
el resultado de un elegante panel de imágenes.
La exposición de Chema Madoz debería haber terminado ya, según las fechas anunciadas pero he podido comprobar que aún sigue abierta. Cuando concluya de manera definitiva, con ella
se cancela un año más la presencia de Photo España en Cuenca, pero yo quiero
dejar aquí constancia de ella siquiera para compensar simbólicamente el
pavoroso silencio (habitual ya, por otro lado) de los medios de información
locales, tanto los convencionales como los digitales.
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