Si yo fuera mal pensado (lo soy, aunque solo un poco)
insinuaría aquí que el famosísimo violinista armenio-libanés Ara Malikian tiene
algún mecanismo de influencia en el sector cultural de Cuenca, única forma de
entender e interpretar que este año haya actuado dos veces en la ciudad y una
más el año pasado, frecuencia insólita en una ciudad por la que no pasa la
inmensa mayoría de artistas de todo tipo que andan pululando por ahí. Frente a
tantas ausencias, llama la atención esta repetitiva presencia.
Pero es más llamativo aún que, en
todas esas ocasiones, Ara Malikian haya repetido el mismo repertorio musical e
incluso el mismo catálogo de gracietas verbales con las que ilustra de manera
muy animada sus intervenciones. De manera que en cada una de esas ocasiones
(las dos primeras en el Auditorio, la última en la plaza de toros durante las
fiestas) por las manos y la lengua del artista pasaron alternativamente
Paganini, Bach, Vivaldi, Paco de Lucía,
Jimmy Hendrix, Led Zeppelin, David
Bowie y, por supuesto, sus propias composiciones, acompañadas de esos relatos
sobre su primer hijo, el genocidio armenio o las lindezas del jamón ibérico.
De manera que ya van tres
actuaciones seguidas y me temo que no tardando mucho llegará una cuarta porque,
como digo, insinuándolo, Ara Malikian debe tener un representante con manga
influyendo en algún punto de la gestión cultural conquense.
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